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Pedro de Silva

Génesis nada sexista

Vivían felices en el paraíso terrenal, cuando Adán, que tras haber sido formado de una cadera de Eva merodeaba el árbol del bien y del mal, al que Dios les tenía prohibido acercarse, descubrió en la floresta los ojos del reptil. Sintió que esos ojos le hablaban diciéndole que Dios se reservaba para sí los frutos del árbol, y que si ellos lo probaban, serían como Él. Adán se dijo que, estando muy bien allí junto a Eva, para qué asumir la condición divina, tan sufrida, siempre cuidando de todo. Sin embargo, luego pensó que tampoco era justo que Dios cargara solo con tanto trabajo, por lo que mordió la manzana que el reptil le ofrecía, tras lo cual, para compartir las nuevas funciones con Eva, a fin de conciliar las tareas de uno y otro y evitar cualquier supremacismo masculino si sólo él se volvía divino, se la ofreció a la mujer, que, para no ser menos en derechos, le hincó el diente.

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