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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Una fábrica de parados

España, después de Chipre, es el país de Europa donde más crecieron las desigualdades sociales, que es una forma eufemística de decir que es el país donde más creció la pobreza. El dato, terrible, lo avanzaron entidades solventes como Euroestat (agencia estadística europea), Credit Suisse Group (empresa de servicios financieros con sede en Suiza) y Unicef (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia), y lo acaba de concretar Oxfam Intermon. Según esta ONG, en su informe "Una economía al servicio del 1%", el patrimonio de los 20 españoles más ricos, 115.100 millones de euros aproximadamente, acumulaba la misma riqueza que el 30% más pobre de la población. Una brecha brutal si además tenemos en cuenta que nuestro regresivo modelo fiscal propicia que nueve de cada 10 euros recaudados salgan del bolsillo de los trabajadores y apenas uno de los rendimientos del capital.

Las causas de este desfase, excluido el injusto reparto fiscal, son varias (paro elevado, escasa productividad, bajo nivel de formación profesional, retraimiento en el consumo, fuga de capitales, etc.), pero a ellas ha de sumarse estos años el desplome del salario medio que cayó un 22,2% entre 2007 y 2014. Un descenso en el nivel de ingresos que ha llevado a miles de asalariados españoles a ingresar en la categoría de los "working poor" (pobres que trabajan), es decir, de aquellos que no ganan lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas.

El demoledor informe de Oxfam Intermon fue presentado en Barcelona por el economista gallego Antón Costas, que quiso poner de relieve que el actual sistema político español refleja "las preferencias de las élites económicas, cuando debería recoger las preferencias de los perdedores de la crisis". Unas élites, por otra parte, que han aprovechado estos años de vacas flacas para acrecentar sus activos netos nada menos que en un 56%, un porcentaje que nos exime de más comentarios.

Ahora bien, cuando hablamos de las desigualdades sociales en España conviene aclarar que no nos referimos solamente a los cuatro años de gobierno de Rajoy, ni a los ocho de Zapatero (cuatro de los cuales fueron de relativa prosperidad), ni a los ocho de Aznar (el hombre que acabó de inflar la burbuja inmobiliaria), ni a los trece y medio del carismático González, ni al año y medio de Calvo Sotelo (aquel que tocaba el piano para espantar la melancolía), ni siquiera a los cinco del ahora santificado Suárez.

El problema deriva de la peculiar estructura económica del país, volcada peligrosamente hacia los servicios y la construcción en su afán de dar trabajo a una mano de obra poco cualificada. Una estructura económica, en definitiva, que propicia la existencia de una autentica fabrica de parados. Y no importa que las cosas de la economía vayan relativamente bien, porque en ningún caso el número de parados ha bajado mucho de los dos millones. Baste constatar que en los dos últimos ciclos económicos, entre 1985 y 2013, España tuvo una tasa de paro superior al 20% en dos de cada cinco años, un porcentaje que no alcanzó, ni de lejos, ningún país europeo hasta que lo hizo Grecia en 2012. Y será tarea del próximo gobierno empezar a poner remedio a este problema.

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