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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Sobre escritores muertos

En una de sus últimas colaboraciones periodísticas, el escritor Javier Marías se lamenta del -a su juicio- escaso aprecio que los ciudadanos del estado español manifiestan hacia sus mejores talentos, y en especial desde que estos abandonan el mundo de los vivos. "Estremece esta despiadada capacidad para sentirnos ajenos a cuanto es pasado. Para mí, es propia de desalmados, de gente que va tachando a quienes dejan de ocupar sitio, a quienes ya no pueden conseguir ni otorgar nada, a quienes ya carecen de poder e influencia. No en vano uno de nuestros dichos más característicos es el muerto al hoyo y el vivo al bollo". Y concluye con esta amarga conclusión: "En España solo interesa el presente".

Luego, pasa a poner ejemplos de lo que afirma citando a famosos escritores que no hace mucho que murieron como Camilo José Cela, Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán y Terenci Moix, que a su innegable talento literario añadían unas dotes publicísticas notables para vender su obra. "Pocos autores -dice Marías- han vivido dedicados a su autobombo y a la preparación de su posteridad que Cela. Este año se volverá a hablar de él por cumplirse el centenario de su nacimiento, pero desde que murió, ¿cuán vigente está en la sociedad española, y cuánto es leído? Uno tiene la impresión de que poco, al no poder seguir dando espectáculo".

Y si el rápido olvido es la mortaja con la que vestimos a los escritores que aún no hace mucho tiempo estaban vivos no es menor la falta de aprecio que, según Marías, sentimos hacia aquellos instalados para siempre en la gloria literaria como Cervantes, García Lorca y Antonio Machado, muy citados en nuestra memoria colectiva pero menos frecuentados en su obra.

Y aun en estos casos parece haber influido más su trágico destino y la peripecia organizada en torno a la búsqueda de sus restos, que cualquier otra consideración. Habrá que darle en parte la razón al escritor madrileño, pero no creo que el desapego de la ciudadanía española hacia sus talentos literarios sea mayor que el que experimenta hacia quienes destacaron en otras actividades, excepción hecha de los toreros, los futbolistas y los militares.

Y asimismo resulta un poco exagerado atribuir el interés por un escritor a que este tenga habilidad para dar espectáculo y así llamar la atención sobre su obra. En cuanto a su lapidaria afirmación de que en España "solo interesa el presente" pues también cabría discrepar cordialmente. Todos habremos podido comprobar lo difícil y polémico que ha resultado (y aún resulta) aplicar la ley de la memoria histórica a sucesos ocurridos hace setenta años, tales como la búsqueda de los restos de ciudadanos asesinados por sus ideas políticas, o el cambio de nombres en calles y plazas a personajes que practicaron la violencia o la fomentaron.

Por tanto opino que, más que a la ingratitud del pueblo cabe achacar a su poca afición a la lectura lo que Javier Marías entiende como desdén. Otra cosa son las razones por las que los aficionados a la lectura frecuentan o no a los escritores muertos. Suele darse que escritores que gozaron en vida de justa fama, no alcancen el mismo éxito después de muertos. Los gustos cambian.

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