Resulta fácil caer en la mitificación del viejo periodismo. Redacciones ruidosas, atestadas de gente variopinta -con una niebla instalada de manera permanente por el humo del tabaco- y máquinas de escribir poniendo banda sonora a las noticias proporcionaban a la profesión un irresistible romanticismo. Los periodistas nacen periodistas. Del mismo modo que Henry Hill aseguraba, en Uno de los nuestros, que desde que tenía uso de razón siempre quiso ser un gánster, los cronistas tampoco conocen época en la que quisieron ser otra cosa. No se puede ser otra cosa. Es una manera de estar en el mundo, de enfrentarse a la vida. Sin embargo, de lo que se trata, sobre todo, es de contar historias que nadie puede (o se atreve) a contar. Por eso "Spotlight", la película que reconstruye la investigación realizada por el Boston Globe sobre los abusos de los sacerdotes católicos a menores en la ciudad del estado de Massachusetts, es indispensable para comprender la importancia, por mucho que los vientos soplen en contra, que ostenta la prensa en una sociedad.

Impulsados por un nuevo editor del periódico, Marty Baron, interpretado por Liev Schreiber, unos reporteros comienzan a indagar en casos antiguos de curas pedófilos y, según los datos que van obteniendo, comienzan a detectar que la pedofilia, lejos de tratarse de una costumbre mantenida exclusivamente por "manzanas podridas", constituye una práctica usual dentro de la diócesis, ocultada y silenciada por ilustres miembros de la comunidad católica y unos cuantos abogados. Los periodistas no viven alejados de esas tradiciones. Sus familiares -o ellos mismos algún día- acuden a misa los domingos y manifiestan respeto hacia los sacerdotes. Diversos dilemas, no solo morales sino también profesionales, emergen cuando se inicia la pesquisa. Boston tiene unas raíces católicas muy profundas y la Iglesia posee una gran relevancia en la vida social, política y empresarial de la localidad. Baron, un judío que procede del Miami Herald, es un "outsider" observado con recelo por los clérigos. A medida que avanza la historia y más información se logra, gracias a las fuentes que, en muchos casos, son las mismas víctimas, y más incongruencias se hallan en la versión oficial facilitada por la jerarquía, empieza a destaparse un escándalo sin precedentes que puede afectar a casi noventa párrocos. En "Spotlight" (así es como firmaban cuando salían las informaciones) no se pretende convertir a los reporteros del Globe en unos héroes que luchan por la verdad con mayúsculas: son sencillamente (o no tan sencillamente) personas que intentan hacer su trabajo lo mejor posible. Cometen errores, discuten acaloradamente entre ellos y tratan de hacer todo lo que está en sus manos (incluyendo pasar la noche entera en un juzgado) para que se conozcan los hechos.

Hay momentos enternecedores, como cuando uno de los editores acude a casa de uno de los redactores con una pizza en la mano para charlar sobre la evolución de los reportajes y le recuerda que su expareja es una "buena mujer", a lo que el reportero responde que "ya lo sabe", mientras continúa friendo su salchicha y sigue buscando su bloc de notas. O iluminadores, como cuando se produce el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y la noticia pierde interés porque un acontecimiento (supuestamente) de mayor relevancia obliga al diario a mandar todos los recursos disponibles a Manhattan, poniendo en peligro, de ese modo, el avance de la investigación, haciéndonos reflexionar sobre cómo jerarquizamos las noticias y cómo medimos su importancia. No encontrarán discursos elocuentes e impactantes sobre el periodismo, ni análisis profundos que arrojen luz sobre la situación de la profesión, ni personas autodestructivas bebiendo toda la noche en la barra de un bar felicitándose por una exclusiva. Verán a gente haciendo llamadas, golpeando las puertas de las casas, recibiendo negativas cuando se aproximan al poder y pasando muchas horas, días, dedicándose solo a investigar. Pero nunca saldrán de un cine tan convencidos de lo necesarios que son esos camiones que cada día entregan los ejemplares en los quioscos y en las casas.