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Emociones erótico-políticas

Si los socialistas no pueden formar Gobierno ni dejan gobernar a Rajoy, se hará inevitable convocar elecciones, lo cual es, en principio, el peor panorama para el PSOE

"Post coitum omne animal triste est", dice el clásico, y así suele suceder tras la esperanza de una ilusión. Esa tristitia post coitum les ha ocurrido tras las recientes elecciones a muchos votantes, al descubrir que su voto, realizado con entusiasmo para castigar a los suyos, ha tenido consecuencias negativas que no esperaban; o a quienes aguardaban que los por él elegidos tuviesen un mucho mejor resultado del que obtuvieron. Aunque a estos últimos tal vez les convendría, más bien, la semejanza con el gatillazo, pues, tras haber lanzado a lo muy alto sus expectativas, han visto después como se abajaban, sin que pudiesen así satisfacer sus deseos. Evidentemente, no solo los votantes han visto frustradas de este modo las ilusiones con las que corrieron hacia la urna, también los candidatos y los partidos.

A un partido, el PSOE, lo han colocado en una clásica situación de comedia de enredo y cuernos: unos lo llaman, pero él no quiere ir con ellos; a otros los llama ellos, pero no es seguro que ellos quieran ir con él, al menos por el precio limitado con que él está dispuesto a satisfacer su encendida concupiscencia. Y, sobre todo, porque no sabe muy bien lo que su legítima (sus votantes) le estaría dispuesta a perdonar de llegar a darse esa situación de infidelidad coyuntural, tan necesaria, por otro lado, para seguir trayendo a casa el sustento.

Lo cierto es que cuando se afirma que el pueblo ha hablado en las urnas y que su decisión tiene tal o cual dirección incontestable, por ejemplo, que gobierne la derecha o que gobierne la izquierda sumando fuerzas, se está mintiendo o diciendo una vacuidad. Porque el votante no solo deposita su papeleta para elegir a unos, sino que al mismo tiempo lo hace para rechazar a otros, de modo que dos papeletas entregadas a dos fuerzas distintas son inmiscibles en cuanto a la voluntad del votante. Por ejemplo, el ciudadano equis habrá votado a C's no solo para votar a esa fuerza, sino para rechazar al PP; o, en el otro bando, habrá escogido a Podemos o IU para repudiar frontalmente al PSOE.

De las dos fuerzas con posibilidades de gobernar quien tiene más complicada su posición es el PSOE. Si acepta unirse con Podemos, IU e independentistas pierde parte de su electorado. Si permite que gobierne el PP, pierde otra parte. En cualquier caso, facilita el camino de Podemos, un conglomerado en progresión en este momento.

(Sobre la dificultad de acuerdos con el PP, recuérdese que, habiéndole dado este gratis a los socialistas el gobierno de Euskadi, el malestar entre los militantes era mayúsculo solo por aceptar aquella generosidad; generosidad, que por cierto fue realizada invistiendo como lehendakari a Patxi López, quien un año antes había cometido la vileza de impedir a Mariano Rajoy dar el pésame a los familiares de Isaías Carrasco, asesinado por ETA).

De modo que para satisfacer su concupiscencia don Pedro Sánchez y su organización tienen ante sí dos casi imposibles: permitir que gobierne Rajoy, gobernar con un conglomerado de fuerzas separatistas y populistas. Cualquiera de las dos soluciones es mala para sus intereses futuros, y no se sabe cuál será peor.

Ahora bien, si los socialistas no pueden formar gobierno ni dejan gobernar a Rajoy, se hará inevitable convocar nuevas elecciones, lo cual es, en principio, el peor panorama para el PSOE, pues es muy fácil que Podemos siga creciendo a costa de ellos y que incremente su olla con el voto "útil" del casi millón de votos de IU. Y no se olviden las palabras de Rubalcaba: "El objetivo de Iglesias no es La Moncloa, es la calle Ferraz".

De modo que no es difícil adivinar cuál es la situación anímica cotidiana de la muchachada socialista y de Pedro Sánchez tras el recuento del 20-D, especialmente tras cuando, ocasionalmente, parecen entrever por algunas horas alguna luz en el horizonte con la que ilusionarse: también la tristitia post coitum.

Que, por cierto, lo que dice el clásico, por darles la cita completa, es "Post coitum omne animal triste est, praeter mulierem gallumque". Vaya usted a saber por qué.

Y de pronto se aparece mi trasno particular, arrebalgado sobre una invitación de Windows 10.

-No es una máxima que describa la realidad, es una profecía para estos menguados días. Es evidente que el "gallo" que no se desanima pese a los resultados es Pedro Sánchez. Y esa concreta mujer que, pese a todo, mantiene la cresta erguida mientras cacarea, ¿no adivinas quién es?

La verdad, que no soy a verlo. Seguramente ustedes, lectores, serán más perspicaces que yo.

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