Faro de Vigo

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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Año Nuevo, divagaciones viejas y buenos propósitos

Uno, que es hombre reflexivo y con cierta capacidad de autocrítica, y haciendo todo lo que puede para no caer ni en la humillación ni en la soberbia, quería saludar al Año Nuevo y desearles todo lo bueno a sus lectores para el 2016 que ahora se inicia. Una vez saludados y bienaventurados les daría un muy merecido descanso de sus veracidades y monsergas semanales e hibernaría de forma temporal al escribidor aficionado. Lo haría al cabo de cuatro años y cuatro meses, en los que les ha endosado 204 páginas completas en este su periódico, Faro de Vigo. Mas resulta que su mentor en este diario, XM del Caño, le ha convencido de que tiene lectores que le siguen -no diría que le anhelen-. Y ya que es disciplinado, acepta agradecido el reto de continuar en la tarea de revolver en sus libros, hacer acopio de viejos recuerdos y reflejar nuevas experiencias para contárselas cada domingo. Como cualquier escribidor piensa -¡Dios se lo premie!- que redactar lo que sabe y opina para que otros lo lean, no es castigo sino recompensa -aunque no remunerada-, por lo que no ha de negarse a la demanda. Y por si esto aún no fuese fundamento suficiente, uno declara solemnemente, que en su calidad de colaborador de FARO DE VIGO, ha sido independiente en su línea de pensamiento y que ningún censor, si es que este diario los tiene, ni línea editorial le han cortado ni cambiando ningún texto, ni tan siquiera el día de los Santos Inocentes.

Iniciamos el Año Nuevo después de haber votado los candidatos al Congreso en pleno Adviento -vaya a usted a saber el porqué subliminal, pues a uno no le ocurre otra razón que la de fastidiarnos-. Lo hacemos con un gobierno "en funciones" que ha de dar paso a un presidente de gobierno "de iure", escogido por los representantes electos de los partidos, que después del escrutinio se han quedado en pelota, es decir en corito o en cueros, si se juzga lo mucho que decían esperar y lo poco que han obtenido. Y es que, por mucho que se tapen las vergüenzas -si es que en singular la tienen-, se han quedado de en pelo a pelo y con poca capacidad de maniobra. Dada la precariedad de votos obtenidos por cada uno de los aspirantes, no les queda otra que el ejercicio de la política, que bien es sabido es el arte del pacto o, si se quiere, del tira y afloja en búsqueda del mesurado equilibrio. Todos pues han de ceder, pero las cesiones han de ser proporcionales a los votos obtenidos, pues no sería licito que en esa buscada armonía pesase más el que tiene menos votos e impusiese sus líneas dogmáticas a la mayoría. Después de la congelación de la dictadura, en que se nos dio todo hecho, hemos tenido suficiente práctica de democracia, la precisa como para saber la partitura y bailar al compás sin darnos pisotones. Así que ya saben lo que les queda: pasen del programa -ese que nunca cumplen- a la praxis política y logren el pacto, con el menor detrimento posible, sin resentimientos y sin vender el alma al diablo, que nada dice la Biblia de pactos faústicos. El Fausto histórico de la leyenda alemana -ya lo sabrán, pero por si acaso se lo recuerdo yo- se llamaba Johann Georg Faust y no nació hasta 1480. Cuando intenten pactar, ¡por favor!, no confundan sus malquerencias con las de los españoles, que nos queremos más que nos odiamos, porque somos todos los mismos. Eso sí, "Cada uno con su cadaunada" (Miguel de Unamuno. Otros ensayos. Ed. Residencia de Estudiantes, III, p. 108, 1900), neologismo que expresa a la perfección la individualidad del hombre. En otras palabras, dejen de azuzar eso de las dos Españas, concepto bellamente enterrado en la transición política. Eso sí, si sienten nostalgia de frentes pueden enviarse crisantemos. ¡Ah, me olvidaba! En su política de cesiones para pactar sean, a la vez, generosos en lo personal y cicateros con el pueblo. No vayan a confundir ceder para lograr un buen gobierno, con ceder para que les dejen gobernar, que uno se teme que es lo que en realidad ambicionan. Si al final no logran ponerse de acuerdo y pactar, y hay que hacer nuevas elecciones, un ruego: no se presenten los mismos candidatos, que ya hemos visto demasiado lo que dan de sí, y es más bien poco. Uno se reconfortará con su tránsito a la jubilación política, viendo cómo pasean por el parque o cubren crucigramas. De no ser así, el Congreso va a parecer un panteón repleto de deslucidas momias y jóvenes inmaduros.

En lo personal, si Dios lo permite, y de momento parece que sí, tendrá en el nuevo año buenas nuevas, pues espera que sean recién llegados a este mundo dos nietos. Uno será niña, es la tercera de mi nuera Rocío y su marido, mi hijo Marcos, cuyo sexo conocen desde la octava semana de gestación, mediante un inocuo análisis de sangre de la madre. Este nuevo análisis detecta fragmentos de ADN del cromosoma Y masculino. La fiabilidad del test es aproximadamente del 98%. El método se descubrió en 1977 y en España se comenzó a usar en el 2008. Antes, la única forma de conocer el sexo del bebe era esperar a la ecografía de las 20 semanas e incluso, en algunas ocasiones la posición del feto impedía conocerlo. Otro procedimiento es la amniocentesis, que consiste en tomas de muestra del líquido amniótico, pinchando la cavidad uterina, pero supone un riesgo, aunque mínimo, y no se realiza por mera curiosidad. Por supuesto que cualquiera de estos métodos tiene otras aplicaciones que no se quedan en la mera determinación del sexo sino que permiten la detección de diversos problemas genéticos. El otro nieto, es el tercer vástago de mi hija Nazareth y su esposo Juan, y su sexo es una incógnita, pues su papá dice no querer saberlo hasta que llegue a este mundo cruel para unos y feliz para otros. Él sabrá el porqué de mantener el enigma, postura que he de respetar aunque no comparta. Cuando uno era parvulito, y de eso hace mucho tiempo, las monjas nos pedían sellos y limosnas para bautizar a los chinitos y nos decían que además se evitaba que "se deshicieran de las niñas chinitas". Uno no entendía aquello pero le horrorizaba, pues pensaba que las tiraban a la basura o algo parecido. No sé cuanto había de verdad, pero es cierto que cuando de adulto viajé a China, en 2001, para participar en The 23rd International Congress of Pediatrics, en las visitas "oficiales y tuteladas" nos llevaron a una guardería del estado, donde comprobé que había muchos chinitos y una sola chinita. Uno podría pensar que el predominio masculino estaba motivado por la aplicación de la "tabla china", con la que desde hace más de 700 años, predecían el sexo mediante el cálculo de la sinergia entre la edad lunar de la madre y el mes exacto de la concepción del niño. Mas no era así. Sucecía consecuencia de la ley por la que solo podían tener un hijo y la mayoría de las parejas prefería un varón. Para facilitar este "deseo" se permitía el aborto de las hijas que la pareja "rechazase". Uno que no quiere líos y respeta todas las opciones, si bien se confiesa tradicional y católico, por lo que le parece antinatural y una inmoralidad. Y aún no sé por qué uno ha montado este enlace dialéctico. Es posible que haya surgido del carácter de los chinos, que son enigmáticos y cautelosos. Lo que sí es verdad es que se advierten pasos de libertad y democracia en China, aunque lentos. Ojalá les salga bien, aunque pierdan exotismo y misterio.

Cuando lleguen mis nuevos nietos, lo que sucederá respectivamente en febrero y junio -uno dice llegar y recién llegado porque mantiene que ya nacen en la concepción-, serán 13 los nietos, lo que no está nada mal si se considera que la producción aún no ha acabado. Los 11 que ya campean por este mundo son guapos, buenos, espabilados, espigados, sentimentales, revoltosos y con ansias de libertad. Lo que más le gusta es jugar y de vez en cuando competir. Jugar es la tarea más importante de los niños. Es cuestión que algunos padres no saben, y con buena aunque equivocada intención, queman etapas y los esclavizan con tareas y actividades extraescolares superiores a lo admisible. En cuanto a la competencia, uno les recuerda que es lógico y natural a cualquier edad pero, en la infancia, saltan chispas, de vez en cuando, y hay que apagar incendios para evitar que se quemen y haya después que mojarles el culo. Juegos y competencias alteran la paz y el orden habitual de los abuelos, a los que se suman las fetideces de los que no controlan aún esfínteres. Para soportar mejor sus actividades, ruidos y pestilencias hacen falta metros cuadrados y recovecos, y todo eso, al vivir en el campo, no falta. En cualquier caso, a uno le compensa tenerlos alrededor en estas fechas y en muchas más oportunidades, pues se ve más autentico, real y actual. No sé lo que llevan dentro cada uno de mis nietos y lo que serán, pero se dan buenas maneras. Uno reconoce que le gustaría que el nieto que se llama Federico Martinón fuese pediatra, pues sería el cuarto con ese nombre, en una familia en la que ser médico de niños es tradición no impuesta, pero motivo legítimo de orgullo.

En el año que se inicia sería lógico y conveniente que todos hicieran, uno el primero, una lista de buenos propósitos y, de acuerdo con sus conocimientos, inclinaciones y capacidades, se propongan mejorar en todo, incluido lo económico. Lo que les plazca, menos holgar. A la vida hay que cogerle aire o al menos intentarlo, y uno reconoce que hay vidas que concluyen sin conseguirlo. En el intento de lograrlo, una recomendación: echen mano de su oficio o de su profesión, siempre que les sea posible, pues uno por viejo sabe que cuando se echa mano de cargos y apaños que no le son propios, por muy buena intención que se ponga, se sale con el rabo entre las piernas.

Y termino con lo que inicié, la consabida, pero no por ello no sentida, expresión de salud y prosperidad en el Nuevo Año.

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