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De vuelta y media

El estreno del Victoria

El teatro-cine inició su andadura en 1943 bajo el arrendamiento de la empresaria arosana Dolores Vázquez, que siete meses después tuvo que traspasar la gestión al gran Isaac Fraga

El estreno del teatro-cine Victoria ha estado habitualmente rodeado por una espesa niebla en forma de confusión general, tanto sobre la propiedad del magnífico local, como sobre su gestión inicial como negocio cinematográfico. Don Isaac Fraga Penedo, el empresario más poderoso y afamado de su tiempo en Galicia, no estuvo en la puesta en marcha de este proyecto, contra lo dicho y escrito en diversas ocasiones.

La celebración del setenta y dos aniversario de su inauguración, tal día como ayer pero en el lejano año 1943, resulta una efeméride idónea para clarificar ese galimatías todavía activo. Incluso los libros de historia del cine en Galicia no aciertan en sus detalles personales. De modo que la corrección general viene al pelo y tiene su gracia.

El despegue de la calle Benito Corbal con una fisonomía más moderna y distante de su etapa anterior, cuando fue la calle del Progreso, comenzó precisamente con la ubicación del Victoria en su tramo inicial.

Agustín Nores Patiño, un empresario de éxito en distintos ámbitos, encargó el proyecto del mejor teatro-cine de la capital a Juan Argenti Navajas, arquitecto provincial a la sazón y luego alcalde de esta capital a principios de los años cincuenta.

Prácticamente al mismo tiempo, Nores Patiño puso en marcha como presidente de la empresa Tranvía Eléctrico de Pontevedra el utilísimo servicio de trolebuses. Alguien dijo que hizo el cine pensando en un público selecto de la Escuela Naval Militar, inaugurada pocos meses antes.

Firmado el proyecto en 1941, el propietario encomendó su ejecución a Benito Castro Moreira, reputado constructor que dispuso de casi tres años para realizar la obra. La estructura del armazón de la cubierta en hormigón llevó la firma del reputado ingeniero Eduardo Torroja y el taller de ebanistería de Francisco Otero e Hijos se encargó de vestir el amplio escenario con su gran telar y forrar las paredes de corcho para garantizar la mejor acústica.

El Victoria contó en su origen con 747 butacas y un aforo total de unas 1.200 localidades, entre anfiteatro y general. Aquel resplandeciente teatro-cine estaba a años luz de sus competidores: el Coliseum, el Principal y el Ideal Cinema.

Dolores Vázquez Fernández se hizo con el primer arrendamiento para la explotación del Victoria, y como tal solicitó y obtuvo del Ayuntamiento la licencia oportuna. Doña Dolores no era una principiante, sino que ya gestionaba con mucho éxito el teatro-cine Cervantes de Vilagarcía.

La condición de viuda que ella misma hizo constar en la tramitación del permiso municipal para la apertura del local provocó la confusión de algún historiador, quien la identificó erróneamente como la mujer del propietario. Pero Agustín Nores Patiño estaba vivo y coleando. En realidad ella era la viuda de Albino Bouzo Fernández; ambos formaron un matrimonio bien conocido en la capital arosana como propietarios de su cine más popular.

Alejandro Milleiro Sampedro, un gestor muy reconocido que luego estuvo al frente de la plaza de toros, ejerció como representante de la empresa arrendataria y tuvo a su cargo una plantilla de dieciocho empleados.

El teatro-cine Victoria se estrenó el 5 de diciembre de 1943 con la proyección de la película "Sangre vienesa", una opereta romántica de factura inequívocamente alemana y subtitulada en castellano. El cantante austríaco Willi Forst, ídolo del momento en Centroeuropa, aprovechó su tirón para interpretar y dirigir esta película a ritmo de vals.

No hubo alfombra roja para el pase inaugural del suntuoso local y luego la película estuvo en cartel durante una semana. La gente parece que acudió más por conocer el local, que no defraudó la expectación levantada, que por ver aquel remilgoso tostón musical.

La irrupción del nuevo cine desató una feroz competencia empresarial entre el Coliseum de Pepe Fabelo, el Principal de Isaac Fraga y el Victoria de la viuda de Bouzo. Una pugna semana a semana que enriqueció mucho la cartelera pontevedresa y que pronto se decantó por el más fuerte.

El Victoria aguantó bien mientras proyectó películas tan destacadas como "El gran Rey", ganadora del festival de Venecia; "La ciudad soñada", con llamativa propaganda a pie de calle, o "La diligencia", de John Wayne y Claire Trevor. Pero enseguida perdió fuelle, en cuanto Isaac Fraga echó mano de títulos tan atractivos como "La ciudad de los muchachos", de Spencer Tracy y Mickey Rooney; "La ciudad del oro", con Jeanette MacDonald y Nelson Eddy", y demás producciones de la Metro Goldwyn Mayer. El rugido característico del león de apertura de cada película anunciaba sus ganas de merendarse a cualquier víctima propiciatoria. Eso fue lo que ocurrió con la empresaria arousana.

Un espectáculo de variedades muy al gusto de la época, con el popular Xan das Bolas al frente, inauguró el escenario del Victoria en su vertiente teatral. Pero no llenó la sala. Y otro tanto ocurrió después con una compañía de zarzuela que puso en escena "La rosa del azafrán" a precios reducidos.

Sin capacidad para sostener por mucho tiempo un negocio que empezó a tornarse en ruinoso, Dolores Vázquez Fernández tiró la toalla. Su aventura empresarial duró escasamente siete meses. En agosto de 1944 formalizó el traspaso del Victoria a la empresa Fraga Espectáculos y emprendió el retorno a sus cuarteles de invierno en el Cervantes de Vilagarcía.

Isaac Fraga trajo entonces al Victoria las películas más taquilleras del mercado nacional, que arrasaban en las mejores salas de Madrid y Barcelona. Sucesivamente "La jungla en llamas", de Gary Cooper, "La Loba", de la irrepetible Bette Davis, "La señora Miniver", del prestigioso Willian Wyler, o "La quimera del oro", del genial Charles Chaplin en su versión sonora, pasaron por su pantalla en los meses siguientes.

Después llegaron los "jueves familiares", a 1,50 pesetas butaca, y los "viernes radiantes", a 2 pesetas butaca, como una forma de fidelización del público pontevedrés.

Todo eso y más ya ocurrió en la segunda etapa del teatro-cine Victoria, cuya propiedad siguió en manos de Agustín Nores Patiño.

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