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Javier Cuervo.

Un millón

Javier Cuervo

El auto autónomo

En un tiempo en el que el dinero público subvenciona pocas cosas, un sector tan poderoso como el automovilístico dispone de la ayuda del plan Pive para vender coches que, de otra forma, la gente no podría comprar. El anuncio de supervivencia del plan Pive coincide con la noticia del viaje del coche autónomo de Vigo a Madrid. Autónomo, como todos sabemos desde la reforma laboral, significa que no tiene jefe, es decir, conductor. La primera enseñanza de este viaje experimental afecta a nuestro sistema educativo: el coche autónomo no tiene carné de conducir y va muy por delante de los sobretitulados jóvenes españoles con carné de conducir y sin coche. La segunda lección es de optimismo electrónico: si hoy un coche puede circular sin conductor, mañana un coche se podrá vender sin comprador.

Este vehículo emprendedor, que emprende el viaje solo, no sabemos si va por ir o si le estimula la búsqueda de la oportunidad, como a todos los que salen de la provincia para llegar a Madrid. Pensar lo último es una humanización de la máquina, pero ¿por qué el coche sin conductor no va de Madrid a Vigo? En Madrid sobran coches y se ha limitado el tráfico para aliviar la contaminación ambiental. Claro que, por otra parte, ¿para qué quiere Vigo recibir un coche sin ocupante? En principio es tener un coche más y una plaza de aparcamiento menos, pero seamos optimistas electrónicos: el coche autónomo podrá reservar plaza de garaje en un hotel para pasar la noche, repostar en un surtidor local, una aplicación le permitirá comprar con tarjeta en una página web de souvenirs gallegos.

Hay un futuro en el coche autónomo aunque, de momento, lo único que haga sea generar tráficos y darse publicidad. Eso está en la lógica electrónica. Muchos medios de internet generan tráficos con una máquina, sin que haya nadie detrás, y consiguen anunciantes.

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