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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Los límites del columnismo

No es bueno -se dice en este oficio- que los periodistas se conviertan en noticia, excepto cuando se jubilan, se mueren, o sufren una cornada de caballo que los manda por un tiempo al hospital. Normalmente, por arrimarse demasiado, o por pisar esos terrenos que en los tratados de tauromaquia se definen como del toro y no del torero. Como le acaba de ocurrir a Miguel Ángel Aguilar que se ha caído del cartel de columnistas de "El País" tras veinticinco años de dura brega con la actualidad.

Ante la extrañeza de los lectores, la encargada de defenderlos, Lola Galán, requirió unas explicaciones del director, Antonio Caño, y este argumentó dos cosas. Una, que Aguilar preparaba la salida de un periódico semanal, "Ahora," que iba a convertirse en competidor de "El País". Y otra, al parecer más importante, que había hecho unos comentarios a "The New York Times", en los que después de subrayar la quizás excesiva dependencia de algunos periódicos respecto de entidades financieras con las que sostenían grandes deudas, llegaba a afirmar que en este momento no había en España ningún periódico "que se pudiera llevar con orgullo bajo el brazo".

El que tiene la potestad de decidir no necesita dar más explicaciones para mejor vestir su santa voluntad, pero Caño aún dio la definitiva. "Los espacios de opinión -dijo- no son propiedad de nadie, tampoco de los colaboradores que los ocupan durante un determinado periodo de tiempo. Sustituir a un columnista por otro no es un acto de censura, sino la lógica evolución de un producto informativo que trata de ir acompasado con los tiempos. Entiendo que algunos lamenten que Aguilar haya dejado de colaborar, pero estoy seguro que su espacio será ocupado por otro periodista a la espera de una oportunidad".

Y nada más cierto. En este oficio, todos -hasta los más brillantes- somos sustituibles y perecederos y en cuanto dejamos un hueco siempre habrá otro a la espera de ocuparlo. Pasa en el escalafón taurino, pasa en las trincheras de un frente de guerra especialmente movido, pasa en los juzgados de lo contencioso-administrativo, y no hay ninguna razón de peso para que deje de pasar en el efímero cometido de columnista.

No obstante, durante unos días (hasta que los sucesos de Francia anegaron el panorama informativo), el final de la colaboración de Miguel Ángel Aguilar fue motivo de comentario entre compañeros de profesión y lectores de periódicos. Y hubo algunos como Alfonso Ussía que, desde una confesada admiración al talento, cultura, independencia y sentido del humor del defenestrado, aprovechó la ocasión para ponerle banderillas de fuego a Juan Luis Cebrián y al desaparecido Polanco, dos "falangistas renegados" en su opinión. Previo al ajuste de cuentas, Ussía nos recordó que "El País" fue un periódico ideado y creado por Manuel Fraga, una interpretación histórica que quizás otros no compartan.

No tuve yo, profesional provinciano que pasó fugazmente por Madrid, trato personal con Aguilar, a quien sin embargo seguí con gusto como lector y oyente de la SER. En una ocasión, coincidí con él en un debate de "La Clave" que dirigía Balbín en TVE sobre la liquidación de la prensa del Estado. Aguilar estuvo allí para echarle un capotazo al subsecretario de Cultura, el ya fallecido Mario Trinidad. Era hábil capoteando.

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