Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El arrebato

Así que, visto lo que hay y cómo actúan quienes podrían arreglar sus defectos -pero no quieren-, a pocos debe extrañar que la sensación social creciente sea la de que el oficio político actual ha perfeccionado aún más el sistema multiusos. Que antes se aplicaba a algunas cosas para resaltar su utilidad material, pero ahora se extiende a las personas con el objetivo principal de agradecerles la fidelidad a los jefes y, a veces, los servicios prestados.

Es por eso por lo que el país asiste -cada vez más inquieto- a la transhumancia entre cargos sin mayor justificación que cubrir huecos o darle a los transeúntes un modo cómodo de mantener un nivel de vida bastante por encima de la media de los ciudadanos a los que representan. Hay excepciones, claro, pero son cada vez menos y solo sirven para confirmar una regla que aquí se practica ese nomadeo oficial mucho más que en el resto de la Europa con solera democrática.

(Queda dicho que hasta hace poco el tránsito entre cargos era más frecuente en la Administración que en el mundo electoral, donde rige una endogamia rotunda y la renovación se hace por lo general de la mitad de las listas hacia abajo. Y en ese mercado todos participan, sea llenando los Consejos -el de TVG y otros- de íntimos y/o afines o situando, en paralelo a los profesionales, a una especie de comisarios que lejos de ayudar, estorban.)

Los motivos, que son más bien excusas, se pueden oír o leer estos días, en su gran mayoría tratando de convencer de que la inclusión en listas o el reacomodo en otros puestos administrativos obedece a criterios de interés general. Es una falsedad y quienes la recitan lo saben, pero les da igual; en el fondo funcionan con el tan práctico como cínico principio del "ande yo caliente y ríase la gente".

Claro que de vez cuando surge alguien que, en un arrebato de sinceridad, dice lo que de verdad piensa por más que en algún caso cause estupefacción. Ahí está doña Pilar Rojo, excelente presidenta del Parlamento gallego, que considera "un premio" que se le otorgue un tercer puesto -de salida muy probable, pero no segura al cien por cien tal como están las cosas- en la lista del PP por Pontevedra. Caramba.

Y se deja dicho esto no por criticar a una dama que ha ejercido con dignidad sus cargos, pero sí para subrayar el desliz que supone llamar "premio" a cambiar el puesto más alto del legislativo gallego por otro de relativa importancia, como sería en el mejor de los casos el de diputada estatal de tropa. Y aunque después la compensen con complementos, que siempre hay ahí, lo que ha dicho suena raro y debería, si le place, matizarlo.

¿Verdad...?

Compartir el artículo

stats