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A medida que nos hacemos mayores las Navidades nos recuerdan a los que faltan. Las próximas, en cambio, nos recordarán a los que sobran, empezando por los políticos en campaña. Convocar las elecciones tan cerca de las fiestas es de una maldad indescriptible. Los anuncios de colonias caras, mezclados con los eslóganes políticos baratos, nos sumirán en una confusión olfativa y mental sin precedentes. La alternancia entre la sofisticación de los plateados o dorados navideños y el cutrerío mitinero confundirán la vigilia con el sueño, igual que la combinación de villancico e himno. Los más pequeños de la casa viajarán de la niñez a los asuntos a unas edades no aptas para combinados tan fuertes.

Quienes aman la Navidad y quienes la odian deberían organizarse para evitar que su amor o su odio quede contaminado para siempre por el aluvión de las promesas electorales de consumo. Resulta increíble que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia no haya intervenido para evitar este desafuero. De no actuar con rapidez, veremos a Rajoy, a Sánchez y a Rivera a la puerta de los grandes almacenes, disfrazados de Reyes Magos, repartiendo programas a los niños que hayan ido a ver a Baltasar. Resultará muy significativo averiguar quién hace de Rey negro y quién, en contra de las tradiciones más arraigadas, actúa de Papá Noel.

El asunto apesta. Si se cumplen las fechas que los expertos vienen manejando, la toma de posesión del nuevo gobierno coincidiría con el comienzo de las rebajas de enero. Su imagen quedará asociada a la rotación infernal de los productos de usar y tirar. Tendremos un presidente "low cost", unos ministros "low cost" y unos secretarios de estado "low cost". Esta sensación se multiplicaría si en Cataluña, tal como prevén algunos analistas, hubiera que repetir las elecciones también por esas mismas fechas. Hagan algo, no podemos mirar cómo beben los peces en el río y defendernos a la vez de las mentiras ambientales que corromperán la atmósfera navideña cual gases de efecto invernadero. O miramos a los peces o nos defendemos de las mentiras. Se va a montar un belén, tiempo al tiempo.

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