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Contra recesión, libertad

Japón está al borde de la recesión. Eso dice al menos Daniel Lacalle, economista muy a tener en cuenta ya que es tachado sistemáticamente de ultraliberal, neoliberal y demás: por sus enemigos lo conocerás.

La verdad es que el concepto de recesión es técnico y se refiera a dos trimestres seguidos con el PIB en descenso. Parámetros académicos. O ni eso siquiera: procede de Julius Shiskin que en un artículo publicado en el diario "The New York Times", en 1975, la definió así. Pura Universidad de la vida.

Por encima de todo lo que cuenta es la atonía del gran país oriental. Y esa atonía viene de muy antiguo. Primero se habló de una década perdida. Después, de dos décadas perdidas. Ahora, en vísperas o no de una nueva recesión, de lo que no hay duda es de que cursan por la tercera década perdida y consecutiva.

A principios de 2015 se indicaba que Japón había crecido a un 0,6 por ciento en el cuarto trimestre del año anterior y que salía lentamente de la recesión. Ahora, ya ven. Vuelta la burra al trigo. Y, encima, la política monetaria sin freno que han aplicado ha logrado un contra récord ya que los salarios reales en Japón están en el nivel más bajo en 29 años. Las tres décadas perdidas o a punto de perderse que decía.

Un capataz arquetípico, y los hay en todos los sitios, seguro que se frotaría las manos ante esa caída espectacular de los ingresos del factor trabajo pero una persona con sentido común -o sea, un patriota: abundan aunque parezca mentira- no puede más que horrorizarse por razones de sensibilidad social y, aún más, porque ése es el camino seguro hacia el suicidio colectivo.

Interesa especialmente del estancamiento de Japón que es paralelo a sucesivos planes de estímulo. Venga inyecciones de dinero y nada de nada. No es fácil calificar esa política sin utilizar palabras gruesas. En todo caso se parece mucho a la que se practica en España y no solo en España. Atención, ese es el segundo punto interesante del asunto de marras: el paralelismo entre lo que está a punto de ocurrir allí y lo que dentro de nada es posible que suceda aquí porque, a pesar del subidón del consumo que se palpa desde primavera, una golondrina no hace verano hispano.

Moody's, la agencia de calificación maldita -todas son malditas para los que odian la verdad-, teme que Japón no pueda financiar el desproporcionado incremento de su deuda. La nuestra es estratosférica y sigue subiendo, circunstancia que se compadece mal con el discurso de los recortes. Si cada vez hay menos servicios públicos ¿cómo es posible que aumente la deuda pública? Alguien está mintiendo. Y mucho.

Japón, como España, tiene un problema gravísimo que, a mi juicio, es su escaso desarrollo capitalista. Puede sonar extraño que se diga algo así de la tercera economía mundial y que efectivamente se mueve en las coordenadas que rigen por lo general en Estados Unidos y Europa. Pero es así. También lo es en esta vieja piel de toro.

El complejo entramado financiero, empresarial, comercial y quizá clerical que rige en el país oriental ha terminado por ser letal incluso para los ventajistas que lo ordeñaban. Como aquí son ultra negativas las cuitas de la oligarquía del Ibex que ahora, en un salto mortal en cuanto a conceptos y términos -no hay nada más eficaz que la comedia-, ha constituido el Consejo Empresarial para la Competencia. Salto mortal porque competencia y oligarquía son perfectamente antitéticas salvo para esos riquísimos funambulistas de la verdad.

Más capitalismo. Mucho más. Libre competencia y no torpes acuerdos bajo manga. Se dice fácil pero ¿cómo se hace? Los oligarcas no sueltan su presa así como así. Solo el éxito de los grandes tratados de libre comercio internacional puede ofrecer signos de optimismo. Estamos en el buen camino. La esperanza es lo último que se pierde.

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