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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El voto de los Reyes (Magos)

Atento a las oportunidades del calendario, el Gobierno nos va a hacer votar en plenas fiestas navideñas, cuando la paga extra calienta el bolsillo y los entrañables anuncios de turrón confortan el espíritu. No es mala idea, aunque quizá resulte insuficiente a estas alturas para calmar la irritación de los electores.

La Navidad es conservadora en tanto que favorece la reunión de la familia y la exaltación de sus valores; pero también tiene su lado progresista al infundir en las gentes la creencia de que todo el mundo es bueno.

Como quiera que sea, el Gobierno parece confiar en que unas urnas rebozadas por los buenos sentimientos propios de la época navideña jueguen a su favor. Entre copa y copa de champán, tal vez la gente esté más abierta a perdonarle al partido de Rajoy los recortes que hizo -según dice- por el bien de todos, aunque no todos acaben de ver en su cuenta corriente los efectos de la recuperación económica.

La fecha del 20 de diciembre elegida por los expertos en marketing de Rajoy coincide además con las antevísperas del sorteo del Gordo, que acaso sea la última superstición que une a los españoles, tanto da si de izquierdas o de derechas.

La creencia en el azar es una de las que más tenazmente profesan los ciudadanos de este país, de tal modo que el disparo de salida de las fiestas navideñas no lo da en realidad la Nochebuena, sino la rotación de los bombos del Gordo. La lotería es uno de los escasos medios -si no el único- de hacer fortuna sin necesidad de robar o de meterse en política; lo que acaso mejore el estado de ánimo y esperanza de los españoles con los subsiguientes beneficios para el partido del Gobierno que se encuentra al mando.

Cierto es que este clima de ilusión pudiera ejercer también un efecto bumerán sobre los deseos del Gobierno al elegir la fecha del 20 de diciembre. Algunos de los partidos ahora situados en la oposición ofrecen, como es sabido, todo tipo de regalos al votante, en línea con la cálida y obsequiosa tradición de estas fechas navideñas.

Unos prometen el fin de la austeridad, otros la concretan en subidas de sueldos y ni siquiera falta quien ofrezca pagas para todos sin necesidad de doblar el lomo. Puede que luego no haya dinero para cumplir tan excelentes propósitos, pero conviene tener en cuenta que esta es época de Reyes Magos en la que por lo general aumenta la credulidad del personal.

En eso ha pensado también el Gobierno, muy probablemente. Frente a las ofertas de sus competidores, el Consejo de Ministros podría dar a entender que los reyes no son los padres -como sugieren algunos desalmados-, sino el mismísimo Mariano Rajoy. ¿Quién, si no, va a devolverles una parte de la paga extra a los funcionarios antes de Navidad y el monto restante en enero, coincidiendo con la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar?

Si de la Navidad sacan provecho los comerciantes, incluyendo a las oenegés que hacen su agosto en diciembre, no parece reprochable que los que gobiernan y quienes aspiran a hacerlo traten de sacar su propia tajada. El Gobierno lo hace apelando al principio conservador de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y a su vez, los partidos opositores invocan a la ilusión -tan navideña- con promesas de bonanza, bienestar y un buen aguinaldo para cada votante. Solo falta por saber qué papeleta escogen los Reyes.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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