Pescanova ha conseguido esta semana dar carpetazo definitivo a su mayor amenaza, la liquidación, lo que implica que ha despejado el camino para su refundación. En una junta de accionistas histórica la multinacional pesquera validó por abrumadora mayoría su plan de rescate, que pasa por la creación de un holding que asumirá el control de todas las filiales y, sobre todo, por dar entrada a los bancos como socios mayoritarios de la multinacional.

La amenaza de disolución, propagada por algunos agoreros, quedó zanjada gracias a un acuerdo entre accionistas y acreedores, un paso indispensable tal y como expuso FARO en este mismo espacio editorial. El acuerdo permite a la compañía encarar el futuro con plenas garantías para reforzar lo que, pese a todo, nunca ha perdido: su carácter estratégico y transversal dentro de la economía gallega.

Casi el 99% de los socios aceptaron el proyecto de fusión y doble segregación que permitirá el lanzamiento de Nueva Pescanova SL. Esta empresa estará bajo el control de los acreedores -bancos y fondos de inversión que aporten nuevo capital o canjeen su deuda por acciones-, y reservará un 19,99% de sus títulos a los actuales accionistas de la matriz.

El núcleo duro de la banca acreedora, el denominado G7, rechazaba de plano otorgar a la vieja Pescanova el 20% del accionariado sin desembolsar los 7,32 millones fijados por convenio, pero las entidades aceptaron finalmente aduciendo el bien de la empresa, de sus propietarios y de los trabajadores. Pescanova no se podía perder, y no se perdió. Ahora, y como anticipo a lo que pueda pasar, es preciso dejar claro ya que Nueva Pescanova tampoco puede dejar de ser parte esencial de la gran bandera pesquera de Galicia.

Porque no está todo hecho, ni mucho menos. La compañía no podrá cumplir este año las previsiones de Ebitda fijadas en su plan de viabilidad, que preveía un resultado bruto de 98 millones de euros. La depreciación del dólar y la baja cotización del langostino vannamei serán los lastres en las cuentas. El principal generador de Ebitda de Pescanova es la acuicultura, y la facturación de las plantas de Centroamérica, como sucede con las filiales extractivas africanas o sudamericanas, cotiza en dólares. La empresa está trabajando ya para incrementar sus ventas en esta divisa, lo que pasa por potenciar su penetración en mercados como el norteamericano. Sí superará los 1.000 millones de ventas a 30 de noviembre, un umbral que nunca ha perdido pese a haber protagonizado la segunda mayor quiebra de la historia empresarial española y haber atrapado a más de un centenar de bancos de todo el mundo en una escandalosa estafa que será juzgada en la Audiencia Nacional, además de a miles de pequeños accionistas. Pese a todo, en 2016 prevé ingresar 1.261 millones de euros, y 1.355 en 2017.

Estos números, mérito de sus gestores, la plantilla y la propia marca, y que los expertos consideran casi un milagro, constituyen un rico bocado para todo tipo de inversores. La empresa funciona, se ha reestructurado y será rentable. De hecho en el accionariado actual de Pescanova se encuentran incluso inversores que solo han visto un rodaballo en el plato. Broadbill Investment Partners, Blackrock, Wisdom Tree, Oppenheimer, Cartesian Capital Group, Luxempart? Todos fondos foráneos, la mayoría norteamericanos o británicos, que están a la espera de que la matriz salga a Bolsa, o quizá antes, para rentabilizar su inversión o convertirse en accionistas de referencia. Muchos de ellos compraron acciones a precios de derribo en pleno concurso. La propia Carolina Masaveu se hizo con el 7,133% de la pesquera por 5.177 euros. ¿Quién no va a querer permanecer en el accionariado de una compañía así, capaz de generar caja y un crédito firmado de 125 millones de euros?.

La respuesta es sencilla: los que serán sus máximos propietarios dentro de un mes, los bancos. Más pronto que tarde, Sabadell, Popular o BBVA han confesado su intención de vender su parte en la empresa. El horizonte del G7, el núcleo duro de los bancos en la compañía, pasa oficialmente por desinvertir en un plazo de cuatro o cinco años, aunque lo más probable es que eso ocurra mucho antes. Por exiguos que sean sus márgenes a día de hoy con los tipos casi a cero, estar en Pescanova no mejorará su cuenta de resultados. Ni tampoco figura en sus objetivos gestionar una pesquera.

La asignatura pendiente no es ya tanto garantizar la supervivencia de la compañía, dado que tal objetivo está encauzado, sino lograr que la Nueva Pescanova siga manteniendo su imbricación con Galicia en los niveles que la han convertido en un pilar económico de la comunidad y un emblema de su dinamismo empresarial.

La comunidad, en su sentido más amplio y trasversal, o sea, sus instituciones políticas, financieras, empresariales y sociales están llamadas a jugar un papel fundamental en la consecución de ese objetivo. Con la Xunta al frente, lógicamente. Que Abanca permanezca en el núcleo duro de los accionistas de la compañía y no secunde los planes de venta que han anunciado las demás entidades financieras resultará esencial para conseguirlo.

La salvación de la compañía de Chapela es una magnífica noticia por la magnitud del reto y su trascendencia para la economía gallega. Por cierto, la mejor noticia posible en víspera de otro acontecimiento también de enorme relevancia para Galicia, como es la Feria Internacional de Productos del Mar Congelados (Conxemar), que mañana se inaugura en Vigo. Una feria que, además, acogerá el congreso de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) más importante que se ha celebrado nunca fuera de su sede en Roma.

La fortaleza de Conxemar, un escaparate pesquero mundial que viene de tumbar la competidora Seafood de Barcelona, y Nueva Pescanova son fiel reflejo de la grandeza y riqueza de nuestra industria pesquera y todos sus derivados y ramificaciones, o sea, de un patrimonio de enorme potencialidad que Galicia entera tiene la obligación de preservar vinculado a nuestra comunidad.