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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Un velero de tres palos

Llevaba varios días atracado en el puerto frente a las ventanas de mi casa y ayer zarpó a primera hora de la mañana. Silencioso y elegante, como suelen las embarcaciones que se dejan llevar por el viento. Era un gran velero de tres palos, de bandera sueca, y los habituales de la ribera, acostumbrados al trajín de los mastodónticos cruceros de turismo o a los baqueteados cargueros comerciales, lo contemplaban con la admiración y el respeto que merecen las reliquias de tiempos pasados.

Debió de ser un espectáculo hermoso una bahía llena de grandes barcos de vela. Hoy solo es posible contemplar algo parecido en las litografías antiguas, con ocasión de las paradas de exhibición que se organizan con fines publicitarios, o durante las visitas de los buques-escuela de la marina de guerra. La presencia de este velero sueco me trajo a le memoria, una vez más, un artículo que escribió Álvaro Cunqueiro en la desaparecida revista "Destino" allá por el año 1973 dentro de su sección Laberinto and CIA.

El artículo trataba sobre la honda impresión que al Cunqueiro niño le produjo el paso por la costa de Foz de un gran velero de tres palos, de aquellos que llevaban trigo desde Australia a Inglaterra doblando el cabo de Buena Esperanza en África del Sur.

El niño Álvaro Cunqueiro y sus hermanos se subieron a las rocas más altas de la playa para verlo mejor y allí permanecieron hasta que desapareció más allá del faro de Tapia de Casariego, ya en la costa asturiana. Pasados los años, el escritor mindoniense recordaba emocionado aquella experiencia infantil y decía que los únicos veleros que entonces cabía admirar durante su veraneo en Foz eran los de Corme que veía pasar casi a diario cargados de madera de puntal para las minas de Asturias.

Y citaba entre ellos al "San Antonio y Ánimas", un velero de dos palos que, años después, ya centenario, pudo observar navegando feliz en la ría de Noia. "Me contaba un amigo asturiano -escribe Cunqueiro- que cuando, después de San José, veía pasar desde la terraza de su casa en Luarca, el primer velero gallego, decía lo mismo que los marineros de allí: '¡Ya pasan los cormeños!', es decir, los veleros del gallego Corme. Y se tomaba como señal de que verdaderamente había llegado la primavera, el tiempo propicio para las navegaciones. Saludaban los asturianos a los cormeños como los griegos de los días de Ulises a las Pléyades propicias".

Cuando "Destino" publicó aquel artículo de Cunqueiro, yo trabajaba en Vigo y hacía unos pocos días que había muerto mi padre que era habitual lector de aquella revista barcelonesa, entonces de mucho prestigio literario. Mi madre se emocionó no poco al leerlo. Ella era de Luarca, mi padre, de Corme y el "San Antonio y Ánimas" fue un barco que perteneció a la casa armadora propiedad de mi abuelo.

Luego, recortó el artículo y lo puso en un marco que yo conservo. Mi padre y mi tío, que eran médicos, no se dedicaron a los negocios de la mar, pero aún tuvieron barcos durante un tiempo. El último, el "San Antonio y Ánimas", fue vendido a un armador de Mallorca que lo dedicó a actividades turísticas.

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