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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Las dos caras de la moneda

Todas las monedas tienen dos caras, pero un solo valor. Como la generalidad de las unidades de medida. Induciría a la confusión universal que las monedas, los centímetros o los gramos carecieran de fijeza (circunstancial en el caso de las monedas) y tuvieran un valor, una longitud o un peso distintos a conveniencia de cada cual. Salvo en política, como acabamos de comprobar en las elecciones catalanas.

El presidente de la Generalitat, señor Mas, había convocado unas elecciones legislativas de ámbito autonómico en el ejercicio de su competencia. Unas elecciones encaminadas en principio a resolver una parte de los muchos problemas que aquejan a los ciudadanos de aquella región, que últimamente estaban algo descuidados por sus dirigentes, más preocupados por cuestiones identitarias que por cuestiones concretas de la gobernación. Pero no contento con eso, y ante la imposibilidad legal de convocar un referéndum para decidir la independencia, atribuyó a los comicios un valor plebiscitario. Es decir, quiso introducir en el juego político una moneda de doble valor. Una moneda que por una cara contaba los escaños ganados por los partidos partidarios de la independencia y por la otra los votos que cosechaban los dos bloques.

La jugada es hábil, de viejo zorro de la política, porque, en principio tiende a confundir al electorado sobre el verdadero valor de su voto y pudiera inducirle a la abstención (ya es sabido que en las elecciones autonómicas de Cataluña se vota en mucho menor número que en las generales). No obstante, la jugada le salió mal. Ganó en escaños, junto con sus aliados coyunturales de Esquerra Republicana, pero perdió en el cómputo total de votos respecto del bloque no soberanista. Y por si faltaba algo para el duro (estábamos hablando de monedas) se encuentra con la oposición de la CUP (Candidatura d' Unitat Popular), una fuerza emergente de izquierdas que, además de anunciar que votará en contra de su investidura, avisa a Convergència y a Esquerra que no es este el momento para declarar la independencia, porque más de la mitad del electorado no está por ello.

La sensatez y el pragmatismo de una formación política, calificada de "radical" en la mayoría de los medios, ha llamado la atención de la parroquia y pone de relieve, una vez más, que el terreno sobre el que se asienta la estructura política del Estado no es firme. Cada vez que se produce una cita electoral (y ya llevamos cinco este año) tiembla el paisaje y surgen movimientos o mareas por todas partes. ¿Quién le iba a decir al señor Mas que la CUP, con diez escaños, pudiera tener la llave de la gobernación de Cataluña y marcarle además el ritmo del proceso soberanista?.

Por lo demás, y como suele ocurrir en estos casos, los resultados han dado paso a la petición de dimisiones. Y el primero de todos en sacar el pañuelo para exigirlo fue el señor Aznar, que le ha recordado a Rajoy "que ya va por el quinto aviso y no lo puede desoír". A la petición del señor Aznar se han sumado inmediatamente los habituales del tendido de la intransigencia, ese grupo selecto de periodistas madrileños que no le perdonan ni una al político de Pontevedra.

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