Las elecciones en Cataluña no aclaran nada, por mucho que los líderes independentistas se mostraran anoche aparentemente eufóricos (una buena representación teatral, sin duda) ante sus incondicionales. Todo sigue igual que antes de los comicios. Los apoyos de los dos bloques, el de los secesionistas y el de los que no lo son (con todo lo que generalizar supone), siguen prácticamente inalterables con respecto a lo que decidieron las urnas en Cataluña hace tres años. Los datos están ahí, los votos de Convergencia (con Unión, es cierto), Esquerra Republicana y la CUP sumaron en 2012, por separado, 74 escaños. Ahora, con los dos primeros unidos, sólo 72. Por lo tanto, parece evidente que el soberanismo no ha ido a más a pesar de la espectacular puesta en escena de sus impulsores. Y eso sin entrar a valorar las profundas diferencias entre la lista Junts pel Sí y la Candidatura d'Unitat Popular, que no caminan, precisamente, en la misma dirección.

Pero que en líneas generales los dos bloques antagónicos catalanes se mantengan estables no significa que los comicios de ayer no vayan a modificar el complicado entramado político catalán. Así lo ha querido Artur Mas, fundamentalmente, y así será. Para empezar, la segunda pata de la coalición CiU, Unión Democrática, ha desaparecido del Parlamento. Y habrá que ver qué sale a partir de ahora del conglomerado de grupos que conforman Junts pel Sí. Para empezar, están muy lejos de la mayoría absoluta. Y es necesario resaltar que aparte del proceso independentista lo primero y se supone que fundamental que tendrán que hacer los políticos catalanes es elegir un presidente del Gobierno. La radical CUP ya ha dicho que a Mas no lo quieren ni en pintura. Y entonces, ¿qué?, ¿Convergencia se va a plegar a las exigencias de la extrema izquierda catalana y aceptará que el presidente no sea de la tradicional formación nacionalista que lleva decenios gobernando la comunidad? Tras los constantes desafueros de los últimos meses, nada es descartable.

El resultado catalán más trascendental de cara a las elecciones generales de diciembre es, sin duda, el de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera lidera ya el sentimiento español en Cataluña, muy por delante de PSOE y PP, un gran golpe de efecto para su posible relanzamiento en el resto de España en las generales. Como lo es también, aunque en menor medida, la nueva victoria de los socialistas sobre Podemos; la tercera en los últimos meses.