La precariedad laboral no es mala solo para el que la sufre. Lo es para la Sociedad en su conjunto y para las propias empresas, al menos en el largo plazo.

Los trabajadores precarios viven en la incertidumbre y en el mundo low cost. Lo primero hace que aplacen sine die decisiones de largo plazo, como montar familias propias y tener hijos. Hay que evitar los compromisos. El low cost conlleva bajas cotizaciones sociales para financiar las pensiones presentes y bajas tributaciones por IRPF para financiar los servicios públicos fundamentales, como la sanidad o la educación.

Las empresas que se mueven en la contratación en precario consiguen ahorrar en la partida de gastos de personal y adaptarse en tiempo real a las fluctuaciones de la demanda. A cambio, tienen trabajadores desmotivados, con nulo compromiso con la empresa y deseando escapar de ella. La cultura de la precariedad acaba unida a la cultura global de la empresa: difícilmente se comprometerá con la formación continua, con la planificación estratégica a largo plazo, con la I+D+i? El riesgo de pérdida de calidad en el servicio a corto plazo y de competitividad en el largo plazo es muy alto.

Por consiguiente, tenemos que hacer un esfuerzo colectivo por mudar la situación. La contratación laboral debe reformarse para incentivar la contratación indefinida; y los trabajadores y sus representantes en las empresas deben sentirse parte del proyecto colectivo, rechazando de plano los incumplimientos de los trabajadores y compartiendo beneficios y pérdidas de la empresa. La última reforma laboral ha hecho poco en estos frentes. Por eso, la próxima legislatura debería aprovecharse para reformar la reforma y potenciar un modelo de relaciones laborales más inteligente. Para todos.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP