Pues la verdad es que, a poco que se analice despacio, no hay más remedio que reconocer que lo dicho por el presidente Feijóo sobre rebajas fiscales es una innovación audaz en la política electoral. Porque hasta ahora, y como mucho, quienes pensaban ser candidatos anunciaban sus medidas cazavotos con un año de anticipación como mucho, pero -genio y figura...- su señoría lo ha hecho con un par y sitúa el alivio impositivo en el 2017. Vaya.

(Es cierto que este tipo de gestos, como algunos tiros, a veces salen por la culata o son recibidos por sus destinatarios como Tenorio los avisos del comendador sobre sus andanzas y el juicio final. "Largo me lo fiáis", respondía don Juan, y quizá su escepticismo se contagie a los ciudadanos. Pero como nunca se sabe, acaso alguno replique con el "más vale tarde que nunca", que parece prometer éxito para el intento del anunciante. Ya se verá.)

En todo caso, don Alberto habría eliminado muchas dudas acerca de su futuro político. Que estará en Galicia, si decide tenerlo; lo que dijo de los impuestos en 2017, junto a la negativa rotunda a incluirse en las listas a las generales de diciembre acotan sus opciones. Y son por cierto otro aviso a la Moncloa actual -y su inquilino- de que cualquier otra intención que se le atribuya resulta falsa. O desfasada, que suena casi igual pero es distinto.

Dicho todo ello, y entrando en el asunto de la rebaja fiscal stricto sensu, procede destacar que, si bien todas causan alegría, ésta además provocaría el alborozo de quienes llevan años denunciando, con razón, el disparate que supone el nivel del tributo gallego sobre las herencias. Porque en un país como éste, con gentes de edad media muy avanzada, la cuestión de las sucesiones mortis causa es más que una medida fiscal.

En ese sentido, el titular de la Xunta une a su innovación en el calendario electoral otra interesante: la de no esperar a que se organicen los líos para modificar lo que se le reclama. Una previsión, además, esencial para quitar de la cabeza de buena parte de la sociedad la idea de que aquí, para lograr algo -por justo que sea- hay que echarse a la calle y organizar un follón cuanto más fuerte y ruidoso mejor que mejor.

De ese modo, su señoría habrá conseguido, aunque en sentido figurado, la aspiración de cualquier político que se precie: aumentar en mucho su valoración, esta vez mediante la aplicación del refrán que dice lo de "hombre prevenido vale por dos". Y, también, cumplir el consejo de Felipe II, para el que la prioridad principal de cualquier gobernante es "sosegar a sus gobernados". Y darle calma a las calles evitando tensiones es, en verdad, gobernar bien.

¿Verdad...?