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El túnel As Maceiras-Vigo

Tras el edificio El Moderno hay una huella enigmática. Un fósil urbano. Una rareza. Coincide con el inicio de un túnel que pasando bajo la rúa Policarpo Sanz saldría a la luz, 387 metros después, por la rúa Pobladores. Así lo pretendía el "Proyecto de ferrocarril económico de Vigo a Ramallosa", de Núñez y Manterola. Vigo nació del mar, pero enclaustrada por tierra. Su cinturón forestal apenas deja intersticios de paso entre sus montes apretados.

Aquel antecedente osado dio fruto ciento veinte años después. Entonces se buscaba una salida sur, pero hoy, la realidad es el acceso norte de la alta velocidad ferroviaria. El doble túnel As Maceiras-Vigo, más de ocho kilómetros de cruda técnica de trepanación geológica. Una obra de precisión sublime que discurre bajo calles y edificios, bajo el monte Vixiador. Al final, una construcción sin rostro deja el corazón de Vigo y Pontevedra en un soplo de doce minutos.

En Vigo, el túnel alivia la ciudad. Por supuesto, permitirá levantar el cuchillo de las vías del tren traqueteando hasta el centro. Una ferocidad mecánica, un alambre de púas, que rasgó en dos el tejido urbano, pero cuyo hechizo incluso creó una estética. Todo un desorden se va, más de ciento cincuenta años de un tolerante cara a cara. A partir de ahora, jirones de barrio y calles esperan solución de sutura y cicatrizado. Esperan iniciativas y resolución.

En Pontevedra, la diferencia es básica. Lo que cambia la alta velocidad es el trazado en superficie y en las afueras. Por ello, no es en la ciudad sino más allá de la ciudad donde se manifiesta su influencia difusa. Hasta Pontesampaio quedan fuera de servicio nueve kilómetros de la traza del tren. Obsoletos y recuperables para otras utilidades. Y aquí hablamos de un pasillo sagrado en Galicia, el que, desde tiempo inmemorial, discurría engranando los fondos de ría.

Como resultado, de la noche a la mañana, un foco de interés alumbra el fondo de ría. Todas las vías de tren abandonadas, en las que crece la maleza, convergen en la ensenada de San Simón. La excitante y desheredada área de interés medioambiental. Quizá el deslumbramiento de las Cíes concentró todo el fervor ecológico en la boca de ría, en el oeste. Ahora se vislumbra un trampolín: integrar el este, ver más, resolver la ecuación integral de ría.

Esta realidad clama por una estrategia territorial compartida. Por una demanda de alternativa global y coordinada. Es el signo de los tiempos para Pontevedra, Vilaboa, Redondela y Vigo. Tan sólo extremar la colaboración permitirá el buen provecho de un recurso escaso y muy mal utilizado: el territorio. Como es natural, algo se hará. No obstante, en el envenenado contexto económico actual, sólo cabe buscar la mejor solución. Acertar, revelaría madurez y sabiduría mundana.

Por lo demás, el túnel entierra (nada tan propio) espinosas reticencias entre dos ciudades hermanas. Las predilecciones sobre el tren del Marqués de Riestra y el Conde de Torrecedeira se suman ahora en un fundido. Es evidente el universo de una metrópoli única, si bien de fruto bicéfalo. Ahí está la radiografía del día a día ciudadano, el trasiego de trabajadores, estudiantes universitarios, empresarios, funcionarios y visitantes. Quizás fue por ellos.

Al puente de Rande, el gran símbolo visible, se le sumó un tapado. El túnel As Maceiras-Vigo, un héroe modoso pero de eficacia salvaje que mira al norte pero apunta al sur. Así, el fósil perdido tras El Moderno revive para dar testimonio de una promesa. El acceso norte será un inconcluso sin la continuidad prevista en el Plan Xeral. Y hay razones de peso: nos queda Portugal.

*Arquitecto

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