No es normal que revisen tu móvil, que te controlen, recibir insultos, que difundan tu imagen, que te impidan ver a tus amigos/as.

No es normal podríamos decir los adultos y profesionales de la educación. Y sin embargo nuestros jóvenes encuentran normalidad en estas situaciones y lejos de cuestionarlas o querer cambiarlas, chicas y chicos las defienden y lo más preocupante: conviven con aspectos de la violencia que, lejos de parecer hechos delictivos, se están convirtiendo en normas básicas de los procesos de socialización. Con los riesgos personales, sociales, emocionales y familiares que ello conlleva. Una identidad de género cada vez más estereotipada, donde el liderazgo de los chicos se sitúa en torno a sentirse dinámicos, activos, independientes, posesivos, celosos, superficiales y autónomos y, las chicas se sitúan en torno a una imagen sensible, tierna, preocupadas por su imagen, responsables, prudentes, trabajadoras y estudiosas. ¿Qué puede estar ocurriendo con nuestra educación?

Desde mi experiencia en contacto diario con adolescentes he detectado que los padres ni en muchas ocasiones las instituciones educativas se encuentran en la línea de sus necesidades. Nuestros jóvenes precisan pautas, no son autodidactas, son menores construyendo su camino hacia la madurez y necesitan guías que les apoyen.

Los primeros actos reconocidos en este informe como violencia nos muestran la existencia de un giro social. Existe la violencia doméstica, violencia generada de "puertas hacia dentro" y donde todos los miembros de la familia son víctimas-protagonistas. Sin embargo, los datos estadísticos sobre violencia entre menores permanecen en los "Juzgados de menores", siendo esta una violencia más sofisticada que yo llamo "Violencia invisible" porque son actos de acoso ejercidos desde el silencio y en ocasiones bajo el amparo de las herramientas tecnológicas (control del whatsApp o envío de fotos). No es un problema de la tecnología, es un problema de gestión y desconocimiento en el uso de las mismas. Es simplificando, un problema de educación.

Cuando se produce una situación de "violencia invisible" entre nuestros jóvenes, el acoso y los niveles de agresividad verbal se incrementan por producirse al amparo de la invisibilidad. ¿Y qué ocurre cómo fenómeno no esperado? Que al igual que se incrementan estos niveles también se incrementa el sentimiento de normalización por parte de quien lo recibe. El acosador actúa con normalidad aparente y la persona acosada siente que está viviendo una situación consentida convirtiendo un acto constitutivo de delito en un acto de normalización. La solución se encuentra en la educación. Nuestros principales agentes socializadores son la familia y la escuela, y por tanto necesitamos mayor implicación de padres y profesionales de la educación. Necesitamos educar a nuestros niño/as para no tener que re-educar a nuestros jóvenes.

*Pedagoga