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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Bajo el nombre de Cunqueiro

Si don Álvaro Cunqueiro estuviese vivo, posiblemente sería uno de los más de doscientos mil ciudadanos de Vigo que se echaron a la calle el pasado sábado para protestar por las irregularidades en el funcionamiento del hospital que lleva su nombre. Y puede incluso que, de vuelta a casa, hubiera escrito algo, en la forma graciosa e imaginativa que lo caracterizaba, para defender su pervivencia como centro asistencial público.

Lo que seguramente no le hubiese gustado nada es que bautizasen con su nombre una institución que ha dado lugar a tanto enfado, porque don Álvaro escapaba de esa clase de conflictos y es fácil que se sintiese más halagado (y más tranquilo también) si se hubieran acordado de él para rotular un teatro, una biblioteca o un museo, entidades que si tienen relación directa con las actividades que desempeñó. Ignoro a quién se le ocurrió la idea de poner el nombre del gran escritor mindoniense al nuevo hospital de Vigo, pero no me parece que la iniciativa sea inocente.

Últimamente, está de moda entre las élites dirigentes camuflar intereses inconfesables bajo denominaciones eufemísticas, o al amparo de personalidades ya fallecidas que gocen de amplio reconocimiento entre la ciudadanía. Por poner solo unos pocos ejemplos, la palabra "privatización" (apropiación de lo público) ha sido sustituida por la más ambigua e imprecisa de "externalización". La muerte de civiles en operaciones masivas de bombardeo por la expresión "víctimas colaterales". Las intervenciones militares en terceros países sin que medie una previa declaración de guerra se han convertido en "operaciones humanitarias". Y la destrucción de empleo, rebaja de salarios y pérdida de derechos laborales, tres dramas de nuestro tiempo, en "necesarios cambios estructurales".

Me acordé de esos juegos de magia literarios, y de esos escamoteos semánticos, oyendo a los directivos del Sergas negar la evidencia de la privatización creciente de la sanidad pública gallega. Una privatización que en Vigo ha dado un paso más hacia su consolidación definitiva con la catastrófica puesta en marcha del nuevo hospital.

En este momento, hay en el área sanitaria viguesa tres hospitales de propiedad privada (Álvaro Cunqueiro, Povisa y Fátima) para atender a la población allí radicada y negar esa evidencia es un ejercicio de cabezonería. El presidente de la Xunta de Galicia, la conselleira de Sanidad y los directivos del Sergas sostienen que mientras la fuente de financiación sea pública y una parte de los profesionales (se supone que con tendencia a disminuir en número) hayan sido seleccionados en un concurso público, no hay razones de peso para afirmar que ese no sea un servicio sanitario esencialmente público.

Pero, la deriva, o desnaturalización paulatina de la institución, es fácil de imaginar. Poco a poco se irán desgajando del tronco común cierta clase de servicios (hostelería, lavandería, informática, mantenimiento, etc), aplicándoles criterios de rentabilidad estrictamente privados. Y luego se empezará a estudiar la forma de "externalizar" otros, como laboratorios, medicina nuclear o radiología, que puedan ser potencialmente buenos negocios al estar relacionados con la innovación tecnológica. Revertir esa tendencia será difícil salvo que prosperen las denuncias ante la UE por violación del principio de libre concurrencia (la adjudicación pudiera estar teledirigida), o que un nuevo Gobierno gallego deshaga el camino ya iniciado.

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