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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Peligros del radicalismo

La penúltima crisis financiera mundial ha sorprendido, pasando unas vacaciones veraniegas en Mallorca, al presidente de Bridgewater, un fondo de alto riesgo norteamericano que mueve unos 143.000 millones de euros. El señor Ray Dalio, al que se le supone un cierto conocimiento de los entresijos económicos mundiales, se muestra relativamente preocupado por la burbuja bursátil de China y por los efectos que eso pudiera tener en el conjunto del sistema capitalista, aunque confía en que las autoridades de Pekín tomen las medidas necesarias para cambiar el modelo de producción que tan buenos resultados les dio hasta ahora.

No obstante, manifiesta una mayor inquietud por el exceso de deuda mundial, por las presiones deflacionistas, por el escaso margen de maniobra de los bancos centrales, por un posible aumento del precio de dinero en Estados Unidos (que considera un error), por el devenir de la crisis griega (que equipara a los efectos de la Gran Depresión del pasado siglo) y por, asómbrense, la posibilidad de que en las próximas elecciones generales en España pudiera llegar al poder una coalición política radical. El señor Dalio entiende el enfado del electorado español por los recortes sociales que ha padecido en estos años pero confía en que no acabe por entregar su voto a otras opciones que no sean el PP y el PSOE, es decir, los dos grandes puntales de la estabilidad institucional. Y lo expresa en términos melodramáticos. "Espero que los españoles no olviden -dice- las terribles y ruinosas consecuencias que hemos visto en Venezuela y recuerden el destructivo enfrentamiento de los extremos en la Guerra Civil.

Mi preocupación sobre España, y Europa en general, es que la impaciencia, aunque comprensible, derive en cambios radicales que provoquen resultados desastrosos. Aunque no creo que sea el escenario más probable, la mera posibilidad de que eso ocurra es el peor escenario posible". El hecho de que el señor Ray Dalio maneje el destino de una fortuna tan considerable (aproximadamente el 13,5% de nuestro PIB) no le concede autoridad suficiente para avanzar un juicio certero sobre la situación política española, y menos aún para compararla con la que se vivía en el momento previo al estallido de la Guerra Civil. 79 años más tarde no parece equiparable el triunfo del Frente Popular con el de una coalición forjada en torno a Podemos. Y tampoco se ve la forma que el asesinato de un líder político de la derecha como fue Calvo Sotelo pudiera servir, hoy en día, como desencadenante de un golpe militar.

Por otra parte, la situación social interior y el entorno político exterior en Europa y en el resto del mundo (auge del fascismo, el nazismo y el comunismo) no son en absoluto comparables. Ni siquiera con un triunfo electoral aplastante de lo que algunos llaman una coalición radical nos encontraríamos ante el riesgo de un enfrentamiento civil armado como el que se vivió en España entre 1936 y 1939. Y tampoco parece que en el ámbito de lo que llamamos poderes fácticos se esté gestando en la sombra el apoyo a un golpe de estado. De las declaraciones del señor Dalio solo cabe deducir que el dinero es especialmente temeroso. La mera posibilidad de un mínimo riesgo lo pone de los nervios.

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