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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Sobre populares y populismos

Desde hace un tiempo -y a medida que se acercan las elecciones generales- el Partido Popular, aliados mediáticos, y conocidos oligarcas, han desatado una cruzada propagandística contra el populismo, que identifican preferentemente con Podemos. El presidente del Gobierno lo hizo en varias ocasiones advirtiendo de los males que podrían derivarse de un éxito electoral de ese nuevo partido en coalición con otras fuerzas, entre las que señaló a un PSOE presuntamente radicalizado en sus propuestas políticas. Y en la misma línea, y de forma no menos contundente, lo hicieron el ministro de Economía y el ministro de Asuntos Exteriores, tras el último pleno celebrado en el Congreso de los Diputados el 18 de agosto.

El señor De Guindos previno contra "los cantos de sirena y los espejismos que dejan frustración y descontento social". El señor García Margallo profetizó que de darse tras las generales un pacto parecido al de las municipales y autonómicas se produciría en el país "una catástrofe de dimensiones bíblicas". En fin, un "viaje a ninguna parte", como apostilló Francisco González, presidente del BBVA, que aunque es gallego no suele ejercer como tal y dice más cosas de las que conviene expresar en público a un banquero.

El eje del discurso propagandístico del PP se basaba en la equiparación de Podemos con el Syriza griego, un partido que llegó al gobierno prometiendo resistirse a las presiones ultraliberales de la Unión Europea (y especialmente de Alemania) y ha terminado por aceptarlas en parte, so pretexto de no romper la zona euro y hacer quebrar la moneda única. Los estrategas del PP estaban encantados con ese desenlace porque les permitía mostrar al público español los riesgos de alentar promesas incumplibles, pero se han encontrado con la sorpresa de la escisión de Syriza, que se divide en dos partidos, y con la convocatoria de unas elecciones que dejan nuevamente en el aire los acuerdos firmados por Tsipras, un sosias de Pablo Iglesias al que están empezando a echar en falta los mismos que tanto lo criticaban por demagogo. (Las crisis de la economía globalizada no parece que sean culpa del populismo del sur de Europa como acabamos de ver hoy mismo con el nuevo batacazo de las Bolsas).

Definir lo que sea el populismo no es fácil. La misma palabra, "populismo", no figura en el Diccionario de la Real Academia Española, y un politólogo avezado, como el fallecido periodista Eduardo Haro Tecglen, no la recoge en el Diccionario político que publicó en 1974, un año antes de la muerte de Franco. "Populismos", entendido el término como medidas políticas en favor de las clases menos favorecidas (o que puedan despertar simpatía en ellas), hubo muchos, tanto de derechas como de izquierdas.

En el siglo XIX hubo movimientos populistas en Rusia y en EE UU, y en el siglo XX adoptaron medidas populistas (en un sentido amplio) los regímenes comunistas y los fascistas. En la Italia de la posguerra, la conservadora Democracia Cristiana era definida por Alcide de Gasperi como "un partido de centro que mira a la izquierda". Si asimilamos populismo a no cumplir las promesas electorales, ¿qué partido habrá más populista que el Partido Popular?

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