Se abre la mano en materia de anchoa para la flota del caladero nacional del Cantábrico Noroeste. Pero se abre, conscientes de que lo que se pesque hoy, no se podrá pescar mañana. Es decir, aquello que ahora se permita pescar es algo que los barcos tendrán que devolver en próximas campañas.

A la vista de esto, a uno no le queda sino mirar al sur, a esa flota de poco más de 2.000 barcos y alrededor de 10.000 tripulantes, que lo mismo pesca en el Cantábrico que en el Mediterráneo, y a la que, por concesión gubernativa, se la ha entregado poco menos que la totalidad de las dos ampliaciones extraordinarias de anchoa (boquerón o bocarte, según la comunidad autónoma que la capture) que, gracias a Portugal, se han podido hacer este año.

Para efectuar tal concesión a la flota andaluza se han hecho valer cuestiones tales como los derechos históricos de pesca; pero para nada se han tenido en cuenta datos oficiales -que la Xunta tampoco ha querido airear- que hablan de esa otra realidad que son los 4.481 buques de pesca (datos de la plataforma Pesca de Galicia referidos a julio de 2015) que dan empleo directo e indirecto a unas 100.000 personas en la comunidad gallega.

La mayoría de los barcos "militan" en las divisiones o artes menores: 3.947 embarcaciones. Y hay, además, 150 cerqueros, que son los más afectados por la carencia de cuotas de anchoa.

Derechos históricos frente a realidades de flota y empleo, que no se han constatado y ni siquiera puesto sobre la mesa. No sé por qué, cuando sin embargo sí se hizo en otros momentos frente a la imposición de la Comisión Europea.

Porque callar a veces puede resultar ser prudente; pero en muchas ocasiones -el reparto de cuotas de anchoa, por ejemplo- es renunciar a un derecho que corresponde más allá de las toneladas capturadas o los barcos que, circunstancialmente, han pescado.

El sector pesquero gallego no encuentra en el gobierno que preside Mariano Rajoy Brey la adecuada respuesta a su importancia.

Estoy seguro de que el propio presidente del Gobierno lo sabe; pero no modifica nada, permite que la flota se arrumbe en el puerto y aquí se cargue de telarañas a la espera de que una Marea Atlántica les haga revivir.

No se puede pescar porque ya se haya pescado antes. Hay otros incentivos para hacerlo y aquí tiene mucho que ver la realidad de un sector, el gallego, que duplica en número de barcos a la flota andaluza y multiplica por más de cinco los puestos de trabajo que la pesca proporciona a los andaluces.

Ser, porque sí, no.