Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Artistas al gobierno

Un ciento y la madre de artistas del cine y de la tele reclaman estos días un acuerdo de Unidad Popular capaz de poner fin a la amenaza de hambruna que al parecer pende sobre los españoles tras cuatro años de recortes de Rajoy. O algo así.

Muchos de los abajo firmantes del manifiesto encabezado por el cineasta Pedro Almodóvar son los mismos que años atrás pidieron -con éxito innegable- el voto para el anterior presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Si los cómicos hacían entonces guiños publicitarios con las cejas del político leonés, ahora han renunciado a usar como reclamo la coleta de Pablo Iglesias, aunque dirijan precisamente su mensaje al líder máximo de Podemos. Lo único que no ha cambiado es su afición a decirle a la gente quiénes son los que deben gobernar.

Se ignora la razón por la que los artistas de la pantalla tienen más títulos que los bomberos o los registradores de la propiedad para aconsejar al elector lo que debe votar o al político con qué otro partido debe aliarse. Será, tal vez, la condición de fuerzas "de la cultura" que ellos mismos se arrogan.

El argentino Jorge Luis Borges solía objetar que los gobiernos militares -tan frecuentes en su país como en España- no eran menos excéntricos y arbitrarios que un gobierno de astrólogos, de escritores, de carpinteros, de diabéticos o de buzos.

La "cultura" es otra cosa, naturalmente. Aquí se considera de lo más normal que los profesionales de la interpretación y la dirección cinematográfica irrumpan en escena cada vez que hay elecciones para señalarle al pueblo cuál es el camino que le conviene. Investidos de la autoridad que les proporciona su oficio, lo mismo piden el voto para Zapatero que le aconsejan a Iglesias una coalición con las demás fuerzas de izquierda más o menos extremada.

Ni Almodóvar ni Carmen Machi han llegado a pedir, todavía, un gobierno de artistas que seguramente lo harían de cine una vez llegados al poder; pero no hay que excluir siquiera esta hipótesis. De momento se limitan a elaborar proclamas que indefectiblemente van a favor de los partidos cuyo programa incluye un abundante gasto en subvenciones de todo tipo. Mayormente, si se destinan a sufragar la producción de películas que no resisten el desafío de la taquilla.

Irritado por la intrusión de los actores en las labores propias de su oficio, más de un gobernante denunció en su día que la política es para los políticos y el teatro, para los cómicos. No está tan clara la diferencia, sin embargo. Son más bien los actores quienes disponen de sólidos argumentos para denunciar la intromisión de los políticos en el dominio de la escena.

No se trata tan solo de que los líderes de los partidos salgan tanto o más que los propios artistas en el moderno escenario de la televisión, como bien ejemplifica el caso de Pablo Iglesias. Es que la política, en sí misma, se ha convertido ya en una actividad fundamentalmente escénica para la que se exige maquillaje, pose, una adecuada impostura de la voz y capacidad para memorizar el guion de los discursos.

En justa represalia, los actores afectados por la competencia desleal de los políticos tienden a inmiscuirse en las elecciones, sugiriendo el sentido del voto y hasta la conformación de las alianzas de partidos que deben concurrir a ellas. Política o teatro, estamos hablando a fin de cuentas de la misma farsa.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

Compartir el artículo

stats