Una tranquila tarde en la playa puede terminar en un mal trago. Conocemos muy bien lo que hay que hacer para evitar un golpe de calor, un corte de digestión o llevarnos un buen susto si nos alejamos de la orilla y no somos capaces de regresar, pero aunque sabemos lo que no debemos hacer, a menudo pasamos por alto el sentido común y nos exponemos al riesgo.

En lo que va de verano ya se han producido varios ahogamientos y casos de personas atendidas por golpes de calor, lo que demuestra que no conviene tomarse a broma ni el calor ni el agua de ciertas playas.