Era hora de que alguien se propusiera en serio un reglamento de funcionamiento del pleno de Cangas. La propuesta sale del propio alcalde, pero se le debe a esa moda de participación vecinal en la vida política que nos invade y que no sabemos hasta que punto nos iguala al famoso despotismo ilustrado.
Los plenos interminables que se prolongaban más allá de la media noche, tras empezar a las 20.00 horas, tienen las horas contadas. Ahora se quiere otorgar parte del protagonismo al público, a ese que se marchaba cuando pasaban las 22.00 horas harto de ver cómo sus concejales se entregaban a disputas dialécticas de escaso rédito para Cangas.
Y tan importante es regular el funcionamiento del pleno, como evitar que se produzcan afrentas a la oposición, como teme el PP. Y si lo teme es porque lo vivió. Pidió al regidor capacidad para controlar al público, a ese que acostumbra a estar siempre de una parte, de la que ahora manda.