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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Gastar o escatimar

Más que un debate entre izquierda o derecha, lo que ahora divide a los españoles es qué hacer con el dinero que no tienen. Unos proponen que el Gobierno gaste todo lo que pueda, que ya Dios proveerá; y los otros -derechistas irredentos- se declaran partidarios de la vieja política de la hucha. Gastar o escatimar: esa es la cuestión.

Los alemanes, que son gente maleada por el trabajo, llevan años haciendo ahorros en la creencia un tanto atrabiliaria de que no se puede vivir de prestado. En eso están de acuerdo allí los conservadores y los socialdemócratas, que gobiernan por segunda vez en coalición bajo la presidencia de Ángela Merkel.

Los partidarios del gasto podrían alegar a favor de sus tesis el hecho de que los españoles son, técnicamente, más ricos que los alemanes. No se trata de una broma, sino de una estadística: que en el fondo viene a ser lo mismo. Un informe del Bundesbank certificó, en efecto, hace un par de años que el patrimonio medio de un español ascendía entonces a 285.000 euros: cantidad muy superior a los modestos 195.000 que acumula un alemán entre propiedades y dinero en efectivo.

La cifra tiene truco, naturalmente. Devotos como son del ladrillo, un 83 por ciento de los españoles disfrutan de vivienda en propiedad, aunque sea a medias con el banco. Los alemanes que viven en casa propia apenas superan, en cambio, el 44 por ciento del total de la población. De ahí que el patrimonio de los primeros exceda -o más bien, excedía- al de los segundos por la mera contabilidad del valor de las casas.

Infelizmente, esos artificios contables son los mismos que llevaron a la quiebra a tantas cajas de ahorro en España. Las entidades financieras apuntaban en sus balances el valor teórico de los pisos como si fuese dinero en cash, sin contar con la posibilidad de un derrumbe del mercado inmobiliario. Cuando el castillo de naipes de la construcción se vino abajo, no quedó otro remedio que pedir papas a la Unión Europea, con un coste de varias decenas de miles de millones de euros a cargo del contribuyente.

Algo parecido estaría sucediendo ahora con los particulares, cuyo patrimonio no para de menguar en la misma medida que lo hace el valor de los pisos en los que habían invertido sus ahorros.

Para colmo de desdichas, la explosión de la burbuja inmobiliaria en la que se fundaba nuestra ilusoria prosperidad ha dejado sin trabajo y sin apenas ingresos a los más de cuatro millones de españoles que aún siguen en el paro. Técnicamente, eso sí, somos más ricos que los alemanes según el Bundesbank; pero ya se sabe que la estadística hace correr las liebres por el mar y las sardinas por el monte.

Todo esto ha dividido en dos grandes bandos a los políticos españoles. De un lado están los conservadores que abogan por el ahorro en sueldos y prestaciones sociales. Del otro, los partidos -ya sean emergentes, ya socialdemócratas- que cifran en un mayor gasto la salida "social" a la crisis.

Las últimas votaciones sugieren que la propuesta de los gastadores le resulta mucho más simpática que la del ahorro y los tijeretazos a una considerable parte de la ciudadanía. Es natural, en la medida que a nadie gusta que le toquen un órgano tan sensible como el bolsillo.

Falta por saber, si acaso, de dónde va a salir el dinero; pero esa es cuestión accesoria. Ya que no el FMI ni el BCE, es de esperar que Dios provea.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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