El carrusel de declaraciones de Rafael Louzán, presidente del PP de Pontevedra y la Diputación, es cuando menos estrafalario. Arrollado por las urnas, desautorizado en su propio pueblo, Ribadumia, parece aferrarse al sillón provincial, quizá en la convicción de que tras doce años en él ya le pertenece, como si fuese otro mueble más de su vivienda particular. Louzán no ha asumido que los ciudadanos han votado y hablado. O prefiere ignorarlo. Su reiterado cortejo al BNG para que acepte compartir el poder de la Diputación roza el histrionismo y desprende un tufillo extraño. Primero porque trata a los nacionalistas como una formación venal, cuya voluntad se puede ganar (¿comprar?) si se les hace la oferta adecuada más allá de las diferencias ideológicas irreconciliables. Sólo se trataría de acertar con la cifra.

Segundo, porque se empecina en la idea de que Abel Caballero es un depredador, que acabará con todo y todos. Asolará los concellos de la provincia, los condenará al hambre y la sed, mientras Vigo brillará como nunca. Da igual que Caballero haya obtenido 73.000 votos y 17 concejales. Que haya ofrecido diálogo y trato justo. Eso es irrelevante. No le legitima. En cambio, a él los 1.305 obtenidos en su pueblo, Ribadumia, sí.

Louzán, generoso, comprensivo, atenderá a todos los alcaldes como se merece, sin distinción de color o siglas. Ah, y Pontevedra seguirá siendo su ciudad mimada, su niña bonita. Porque además tiene un alcalde cojonudo. Que sea del Bloque, esos nacionalistas tan peligrosos que denunciaba Feijóo en campaña, bah, a quién le importa. ¡Pero si Lores es guai!

El BNG asiste a esta cascada de ofertas como la novia que se siente deseada. Dice que no pero con la boca pequeña, y alimenta una mínima posibilidad del sí. Y es que en el fondo, Louzán les está haciendo un favor: pueden encarecer la negociación con el PSOE. No es lo mismo tener un solo pretendiente que dos. Aunque el segundo no te guste nada, te tienta con una dote "sin límites". Pero los socialistas cederán a las peticiones/presiones nacionalistas, sabedores de que la Diputación es una oportunidad histórica, única, que no pueden dejar pasar.