¡Los dioises me protejan! Hoy me levanté y comprobé, al llegar a la cocina, que había hecho una de esas malditas incursiones que hago a la nevera en estado catatónico o narcoléptico. Aquello parecía un campo de exterminio chacinero, con restos del exquisito lomo que me trajo Maribel Collazo de La Alberca en Salamanca, una bolsa abierta de diezmado salchichón Revilla... . Yo había dejado la mesa limpia pero encontré un vaso de vino junto a una botella de Regina Expresión, el ribeira sacra de Horacio Gómez, y cerca una vaso tubo con gin tonic junto a una botella de Beefeater. No tengo todavía psiquiatra pero le consulté a una amiga que echa las cartas y cuando le dije que estos ataques nocturnos no me ocurrían cuando dormía acompañado, me dijo que si para dejar de comer tenía que cargar con compañía fija,mejor que engordara. Puesto a pensar, recordé que a eso de la una y media había sonado mi teléfono, descolgué medio dormido y oí cantar: "Asómate, asómate al balcón,..." Salgo y veo a Sandra, Natalia y la Lolailo (no voy a decir apellidos),recién salidas del trabajo hostelero.Que o bajaba o preparara unos gin tonics. No subieron pero me quedé con la copla y, de madrugada, ataqué la nevera entre sueños. Claro. Lolailo como cocinera me evocó la comida, Sandra el vino por su saber enológico y Natalia el gin tonic porque es seguidora de la reina de Inglaterra.

De recorridos literarios

Por la mañana sabatina me asome otra vez al balcón de la Plaza de la Constitución pero ya no estaban ni Sandra, ni la Lolailo ni Natalia, seguro que durmiendo como benditas, aunque había un hermoso paisaje de vitalidad urbana. Un fotógrafo minutero, como los de nuestros abuelos, tomaba una foto a un grupo de jóvenes turistas asombradas por la máquina antecesora. Mientras, un buenísimo grupo de jazz cantaba sus temas bajo los soportales, y el escritor Francisco Castro, de Galaxia, rodeado de decenas de personas miraban hacia arriba hasta el punto de que tuve que recogerme porque no estaba con el pijama de recibir. No era por mí, claro, la mirada, sino que debía ser uno de esos recorridos por los lugares literarios de Vigo. Buena idea. El día que hagan uno sobre bebedores de gin tonics sonambúlicos señalarán mi casa.

El sardinócrata Giráldez

De repente, del grupo de bellas huríes turistas que parecían de un equipo de natación sincronizada, una pidió permiso y se sumó al grupo de jazz con una voz maravillosa. Se llamaba Carolina pero ya no la veré más. Yo tomaba entonces ya un café en una de las terrazas de la plaza, y entonces pasó por allí el pintor Diego de Giráldez. Nunca entenderé porqué este pintor no está entre la colección de 11 tomos de artistas gallegos de Nova Galicia, ese inmenso esfuerzo editorial de Carlos del Pulgar. ¿Será porque le discriminan por su manía de comer más que nada latas de sardinas? Eso es cierto pero Giráldez no para de exponer, avalado por instituciones públicas ¿Quién tiene museo con nombre propio, todo un antiguo cuartel de la Guardia Civil en A Cañiza, que ahora acaba de ampliar con una casa adyacente de 1800? ¿Quién va a inaugurar en octubre otra casa museo con su obra en un puebo cercano a su amado Toledo¿ ¿Quién expone más veces por la España toda y está ahora recorriendo la castellana? ¿Quién ha piintado "El árbol de Suárez", de dos metros, para el Museo de Suárez en Cebreros? Pues el de las sardinas.