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Joaquín Rábago.

Peligrosa dependencia

Tienen razón quienes, como la alemana YvonneHofstetter, llevan algún tiempo advirtiendo de nuestra peligrosa dependencia como europeos de tecnologías claves "made in USA".

Con ese tipo de tecnologías, avisa Hofstetter, experta en sistemas de fusión de datos y autora de un libro sobre las máquinas inteligentes que lleva el alarmante título de "Lo saben todo" (en alemán: Siewissenalles, Ed. Bertelsmann).

Prácticamente todos los sistemas de comunicación o búsqueda que utilizamos diariamente son de fabricación norteamericana, y como señala Hofstetter, con marcas importadas jamás podremos dotarnos de infraestructuras seguras de tecnologías de la información.

Son demasiados los eventuales fallos de seguridad o las funciones de vigilancia incorporadas a los dispositivos que utilizamos diariamente de los que no sabemos, señala, si realmente nos siguen controlando incluso cuando damos a la tecla que sirve teóricamente para desconectarlos.

El problema son las distintas prioridades a uno y otro lado del Atlántico Norte: los europeos, al menos los continentales, habíamos dado hasta ahora la máxima importancia a la privacidad y dignidad como derechos fundamentales.

Lo cual significa poder controlar y disponer autónoma y responsablemente de todo lo que lo relativo a nuestra persona. Es lo que se ha dado en llamar la autodeterminación del individuo.

Parece, sin embargo, muy otra la filosofía que impera al otro lado del océano y que tiene que ver, como señala la citada experta, con la idea claramente anglosajona del "libre comercio".

Una filosofía que encuentra hoy su máxima expresión en los empresarios de Silicon Valley con su fe ciega y un tanto bobalicona en un mundo feliz gracias a las infinitas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.

Esos empresarios, inspirados a la vez por Ayn Rand, la autora de "El manantial", y el economista de la llamada Escuela Austriaca Friedrich Hayek, parecen sentir desprecio por la política.

Para esos empresarios, en los que se da una extraña combinación de filosofía "hippie" y capitalismo puro y duro, como los caracterizaba recientemente el semanario "Der Spiegel", cualquier regulación que venga del Estado es un anacronismo, un obstáculo a su idea de un progreso sin límites ni cortapisas.

De ahí, por ejemplo, que el presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, haya criticado las medidas de protección de datos adoptadas por la Unión Europea como beneficiosas para los consumidores, pero en las que aquel ve otras tantas barreras al libre comercio.

Para los norteamericanos y quienes piensan como ellos, el acceso a los datos crediticios del ciudadano facilita su participación en el mercado y la obtención de préstamos cuando ese los necesita para seguir consumiendo.

Pero cuando los empresarios de Silicon Valley hablan de libertad, están hablando sobre todo de la libertad de elegir entre marcas y productos, de libertad de consumo, extraordinariamente facilitada, eso sí, por unas tecnologías claramente dominadas por aquellos.

Y esta puede ser una de las cuestiones más espinosas a tener en cuenta en el tratado transatlántico de libre comercio que negocian actualmente Washington y Bruselas.

En Estados Unidos ningún texto legal regula, por ejemplo, el uso de los datos personales de los internautas mientras que la Unión Europea prohíbe por ejemplo desde 1998 que puedan salir de su espacio.

Por otro lado, en Estados Unidos se registran cada año miles de patentes de programas operativos mientras que a este lado del Atlántico se privilegian ante todo los derechos de autor, el software libre y el dominio público.

Como señala el presidente del Consejo nacional francés del software, en el tratado que se negocia con EE UU "hay que preservar totalmente los valores europeos" en esa materia.

Y es que a los gigantes estadounidenses de la tecnología de la información les gustaría poder enviar sin obstáculos a los servidores instalados en ese país los datos personales de sus usuarios europeos, algo que de momento les está vedado.

El propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha asegurado públicamente que la protección de los datos personales de los ciudadanos europeos "no es negociable".

Las revelaciones del excolaborador de la Agencia Nacional de Seguridad de EE UU Edward Snowden sobre el espionaje a gran escala llevado a cabo por ese país gracias a la infiltración en los servidores de Google, Yahoo y de Facebook, son más que preocupantes.

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