Opinión

JOAQUÍN RÁBAGO

Propaganda total

Uno no puede escuchar estos días la radio, ver la TV o ir al cine estos sin tener que soportar estoicamente el bombardeo propagandístico del partido que con el mazo de la mayoría absoluta nos gobierna.

En Madrid, al menos, la propaganda es omnipresente: la Comunidad vuelve a bajar los impuestos; los padres tienen abundantes colegios bilingües entre los que elegir para sus hijos; hay becas para todos; la sanidad nunca ha estado mejor y los discapacitados pueden incluso entrar ya en el Metro con sus perros.

En las estaciones del ferrocarril metropolitano, en las que se han instalado pantallas para mejor difundir la propaganda de la Comunidad o el Ayuntamiento, ésa resuena tan machaconamente como huera.

El usuario de ese transporte público, lo mismo que el espectador que quiere ver una película en una sala de cine, se convierten en involuntarios cautivos de la misma.

Uno se imagina que ello ocurre también en otras partes de España donde un partido, el que sea, controla los medios de comunicación, otros tantos instrumentos de manipulación de la opinión pública a su servicio exclusivo.

Da igual que los hechos desmientan diariamente esa propaganda, que las mareas de todos los colores expresen una semana sí y otra también la fuerte repulsa que las medidas gubernamentales suscitan en buena parte de la ciudadanía.

Y sobre todo indigna que la constante y omnipresente propaganda que se nos obliga a soportar la tengamos que pagar con nuestros impuestos incluso los que nos negamos a comulgar con tamañas ruedas de molino.

Ahora que, a juzgar por lo ocurrido en Andalucía, se resquebraja por fin el bipartidismo y surgen formaciones más frescas y, al menos de momento, no contaminadas, la primera medida debería consistir en cambiar unas injustas leyes electorales que propician tan abusivos comportamientos.

La democracia, tan amenazada últimamente desde dentro y desde fuera, sería la primera beneficiada. Y habría muchos menos motivos para justificar el desencanto con la política de los ciudadanos.

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