¿Se ven capaces de estar un mes sin quejarse? Pues ánimo, porque al parecer resulta de lo más terapéutico, o eso aseguran un par de amigos suizos que hace cuatro o cinco años, medio en broma, pactaron no lamentarse durante todo el mes de febrero. Por lo visto la cosa les fue bien y el experimento se ha ido repitiendo y extendiendo, y este año ha sido secundado por 1.750 personas. No se trata de no quejarse si te pasa algo gordo, claro, sino de dejar de ir por el mundo lloriqueando por chorradas. Solo hay que imaginarse si ese acontecimiento que nos parece tan preocupante va a tener importancia en unos días, y, si no, dejarse de llantos. Haciendo repaso, cualquiera de nosotros verá que habitualmente protestamos por verdaderas estupideces. Repasemos la última semana: Que si hace frío, que si me duele la rodilla, que si he perdido el bus, que si me han robado el bolso, que si he engordado dos kilos, que si no aguanto a mi jefe... Pues bien, este lamento constante nos amarga la vida aunque tengamos salud, dinero y amor y debamos ser más felices que perdices.

Los beneficios de no quejarse durante un mes son, por lo visto, dobles. Por un lado te hace sentir más feliz porque aparcas esos pequeños nubarrones que a veces te amargan el día y, por otro lado, te obligan a comunicarte de forma positiva con el resto del mundo, aunque quizá por ello te hace percibir más a los plañideros que hay a tu alrededor y que, por compensación, te pueden poner de los nervios, así que puedes acabar aborreciendo a esa amiga llorica o a ese marido hipocondríaco que no hay mañana que no se levante sin que le duela una ceja.

Supongo que lo mejor que se puede hacer con estos aguafiestas es convencerlos para que se unan a ese objetivo de no quejarnos... por ejemplo... en abril, que cae pronto, y es un mes apañadito, con buen clima y días de fiesta para aprovechar esa fiebre positiva.

Lo que no acabo de entender es que, si esto de estar sin quejarse produce tan buenos resultados, ¿por qué sus promotores se han limitarlo a un mes al año y encima a febrero, que sólo tiene 28 días? Ya nos lo contaremos cuando hagamos la prueba, pero tal vez cueste. No hay más que recordar esas absurdas competiciones que todos hemos mantenido a veces con cualquiera: "¿Que te han operado de una hernia? ¡Bah! Eso no es nada. A mí me pusieron dos clavos en la pierna y no hay día que no me duela". O lo de: "¿Te quejas de trabajar ocho horas. Yo no paro ni para comer, y encima con el jefe insoportable"...

Y es que, reconozcámoslo. Aunque nos haga desgraciados, la auto lástima tiene un no sé qué de lo más gratificante.