Opinión | Crónicas galantes

ANXEL VENCE

La guardia (ebria) del emperador

El Servicio Secreto que ejerce en Estados Unidos de guardia del emperador ha solicitado fondos para construir una réplica de la Casa Blanca a tamaño natural. No se trata de que quieran confundir al enemigo, haciéndole dudar cuál de las dos es la verdadera; sino del no menos peliculero deseo de adiestrar a los agentes en un escenario idéntico al real. "Es que ahora entrenamos en un parking", explicó ante el Congreso el jefe de los escoltas para ver si así le soltaban los ocho millones de dólares que cuesta el proyecto. Va a ser que no.

El precio de la gigantesca maqueta les ha parecido excesivo a los congresistas, escamados ya por los excesos que a menudo cometen los guardias que se encargan de la custodia del presidente. Esos días de ahí atrás, sin ir más lejos, dos agentes del mentado Servicio Secreto estrellaron su coche contra una de las barreras de seguridad de la casa donde vive Barack Obama. Luego se comprobó que estos émulos de Mortadelo y Filemón se encontraban en avanzado estado de ebriedad cuando se produjo el choque.

Quizá ese precedente pudiera haber inclinado a los congresistas a pensar que también la propuesta de construir una Casa Blanca bis la formulase el director del Servicio, Joseph Clancy, bajo los efectos del alcohol. Clancy parecía estar sobrio en el momento de hacer su petición, lo que acaso sea más preocupante. Quiere decirse que lo decía en serio y sin la ayuda de Johnnie Walker, Jack Daniels, JB o cualquier otro asesor por el estilo.

Es natural esa suspicacia. Los agentes del Servicio Secreto norteamericano se han labrado una reputación de borrachos, putañeros y aficionados a la juerga que se compadece poco con las delicadas funciones que ejercen.

El de la pareja de escoltas que empotraron su coche en una barrera preventiva cuando volvían a casa (a la Casa Blanca, para ser exactos) es su último paso en falso, aunque en modo alguno el único. Mucho más sonado fue el escándalo que protagonizaron durante una cumbre de presidentes celebrada en Colombia allá por el año 2012. Doce de los agentes secretos dejaron de serlo cuando se descubrió que habían subido un selecto ramillete de prostitutas a sus habitaciones, para matar el tedio.

Lo peor del caso es que el incidente trascendió debido a la racanería de los escoltas de Obama, a quienes hay que suponer un buen sueldo por proteger al hombre más poderoso del mundo. Pero ni así. Regatearon el precio y, lejos de comportarse como caballeros, pagaron menos de lo estipulado a las meretrices, que no tardarían en acudir a los periódicos para chivarse de tan indecorosa conducta.

Vista la diligencia que estos superagentes ponen en la custodia del emperador, no extrañará que un individuo armado de cuchillo entrase como perico por su Casa Blanca el pasado mes de septiembre. O que apenas unas semanas después, otro intruso saltase la valla de tan alta residencia oficial para trabar singular combate con los perros de presa que le cerraron el paso. Varios de ellos tuvieron que ser atendidos por el veterinario, lo que da idea de la peligrosidad del sujeto.

Todo esto devuelve a la actualidad al poeta romano Juvenal, quien hace ya un montón de años se preguntaba: "¿Quién vigila a los vigilantes?". Una cuestión sin resolver todavía dos mil años después.

Hay que ver, en fin, cómo está el Servicio (Secreto). Incluso en mansiones tan principales como la Casa Blanca.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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