Opinión | Crónica Política

JAVIER SÁNCHEZ DE DIOS

El aviso

Así pues, como el que avisa no es traidor, alguien debería probablemente tomarse muy en serio el informe que el Instituto Nacional de Estadística ha emitido sobre el sector del comercio gallego. Porque dice, el INE, que sus índices de ventas llevan estancados siete años, y como ya se sabe que esa cifra -siete- tiene reminiscencias de plagas bíblicas, no vaya a ser. Y con el agravante paradójico de que en estos meses los precios no hicieron más que bajar.

(Este dato, que podría ser otro aviso, tiene doble lectura. De una parte significaría que los ingresos de los comerciantes, aún sin bajar -ni subir, como advierte el INE- las ventas, disminuyeron. De otro, que algo falla en la estructura cuando no se aprovecha el momento propicio para atraer a posibles compradores en circunstancia de teórica facilidad, sobre todo si se incluyen las cuentas del tiempo, antes especialmente fértil, de las rebajas.)

Conste que, en hablando de avisos, parece inevitable señalar que la estadística del Instituto podría significar otro más si alguien ve en ella la advertencia de que el sector corre peligro futuro, al menos en su estructura actual. Lo que sería especialmente grave si se recuerda que el comercio aún forma parte esencial del tejido socioeconómico de este antiguo Reino. Y eso, en efecto, no resulta moco de pavo.

Ya puestos, podría servir aún otra reflexión; una parte del sector, sobre todo el de las pyme -básicamente el tradicional gallego- amenazado de antiguo por las grandes superficies, puede acabar sucumbiendo de forma definitiva. Lo que tendría un efecto colateral muy dañino: dada la creciente presencia de firmas extranjeras, acabaría pasando a manos foráneas y se perdería incluso como seña de identidad.

O sea, que existe el peligro cierto de que el comercio siga el mismo camino que otras actividades estratégicas de este país, que han dejado de ser gallegas de facto o de iure. Algunos especialistas van más lejos y dicen que en los últimos diez años, aproximadamente, Galicia ha perdido casi toda su estructura clave, ahora en manos ajenas, y que eso no solo la ha debilitado como país y la hace más dependiente sino por ello mucho más vulnerable.

Hay opiniones en contra, sobre todo la oficial. Pero, aún respetándolas, parece que no hay mucho de verdad en ellas a poco que se repase -sector a sector- lo ocurrido desde que comenzó este siglo y aún antes. Y suscitar un debate, constructivo, acerca de esto sería también un modo válido de servir los intereses de este antiguo Reino, que no puede permitirse el lujo de emplear como distracción la táctica que se atribuye al avestruz.

¿No...?

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