Opinión
PEDRO DE SILVA
Una pareja de toda la vida
Franco aprendió pronto que en un país con la opinión bien controlada las presiones internacionales a favor de la democracia podían ser recicladas en pegamento de unión entre el dictador y los súbditos. Cuando soplaba un fuerte viento desde las cancillerías de las democracias, o arreciaban las críticas en la prensa internacional, se hinchaban las velas de la dictadura, en lugar de venirse abajo los palos. Franco hizo repicar esa campana muchas veces, convocando a una multitud a la plaza de Oriente. Cada campaña internacional, aislamiento o amenaza de bloqueo era un vigorizante, o al menos una inyección de botox. Con esa farmacopea bien a la mano lleva también Castro más de medio siglo. Las dictaduras son así, y en los países mestizos de democracia y autoritarismo, como Rusia o Venezuela, funciona el mismo mecanismo. A la dictadura y al nacionalismo siempre se les ve de la mano.
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