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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Turismo de guerra

Ocho luchadores internacionalistas acaban de ser detenidos en España a su regreso del frente ruso-ucraniano donde estuvieron pegando tiros durante los últimos meses. La noticia parece sacada de otro siglo, pero qué va. Los españoles que la protagonizan son jóvenes veinteañeros a quienes su militancia en el comunismo inclinó a alistarse en las filas del Batallón Vostok: una milicia prorrusa de las que combaten en Ucrania. El turismo de aventura, ya un poco trillado, empieza a dejar paso -por lo que parece- al mucho más emocionante turismo de guerra.

Algunos de los ahora arrestados por motivos sin duda imperialistas habían dado fáciles pistas y fotos a la policía en internet. Dos de ellos hicieron famoso en YouTube un vídeo en el que atacaban imparcialmente a la derecha, a la gramática, al inglés y al sentido común. Otros no dudaron en posar para las redes sociales, sosteniendo aquí un kalashnikov, allí un lanzagranadas o luciendo simplemente ante la cámara sus vistosos uniformes de camuflaje. Probablemente hayan obtenido en Facebook muchos "me gusta" de los compañeros y amigos que dejaron en España.

Queda claro que lo nuestro con los rusos empieza a ser una obsesión. Si Franco envió una División Azul de falangistas para combatir a los rojos en las estepas, ahora son unos chavales atacados de estalinismo los que, a modo de desagravio, acuden en ayuda de Rusia.

Hay algo de confusión en todo esto. Los combatientes que partieron a luchar contra el ejército de Ucrania pertenecían a diversas formaciones comunistas españolas, de lo que se deduce que todavía no se han enterado de los últimos acontecimientos en la antigua URSS. Ciertamente, la militancia en el marxismo-leninismo exige no tener aún noticia de la caída del muro de Berlín a estas alturas del tercer milenio. Cuesta creer que el sistema educativo español no proporcione informaciones tan básicas como esa, pero otra explicación no hay para la actitud de estos rapaces, aparentemente convencidos de que la Unión Soviética sigue existiendo.

Por estrafalaria que parezca la idea, son bastantes los nostálgicos del quebrado imperio de Lenin que aún identifican a la Rusia de Vladimir Putin con la ya extinta URSS. Se diría que alguien les ha ocultado piadosamente el derrumbe del muro y la quiebra general del socialismo científico, como le ocurría a una veterana militante del partido en la película "Good Bye, Lenin".

Quizá la explicación resida en que el actual mandamás del Kremlin militó de joven en las filas del comunismo y el KGB, lo que puede dar lugar a ciertos equívocos. No obstante, creer -como algunos creen- que la actual Rusia basada en el capitalismo de amiguetes constituye una mera variante del régimen de los soviets es tanto como confundir a Putin con Rasputín. Aunque los dos sean o hayan sido rusos.

Solo un malentendido como este permite comprender que un grupo de jóvenes comunistas españoles se uniesen a los nacionalistas prorrusos de Ucrania en la extraordinaria creencia de que así luchaban por la causa del marxismo. Mejor les hubiera ido si en el instituto les informasen de que Rusia ya no es un país comunista, aunque tampoco convenga exagerar reputándolo de democracia.

Otra posibilidad es que se alistasen atraídos por las emociones del turismo de guerra, claro está. Solo que para eso ya existe aquí el mucho menos cruento juego del paintball.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

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