La zona euro no es monetariamente óptima -al haber sido diseñada según los criterios de los países de la antigua zona marco- y la heterogeneidad estructural y asimetrías económicas de sus miembros se manifiesta en balanzas por cuenta corriente deficitarias que, con un endeudamiento público y privado inasumible, acaban generando paro masivo y empobrecimiento de algunos países periféricos que sufren evidentes divergencias de renta per capita respecto al núcleo duro de la UE-28.

Habida cuenta que la zona euro no es monetariamente óptima, el euro no es la moneda que le corresponde a España y necesita ser perfeccionada, complementada, con una moneda digital en paridad.

Europeseta

Con estos elementos en mano, junto con otros que expliqué en su momento, y visto que abandonar el euro podría tener costes que superasen a las ventajas, ideé la Europeseta. La idea flotaba en el ambiente y no pocos economistas -entre otros, Goodhart o James- habían propuesto, en el caso griego, soluciones de parecida naturaleza pero, en mi opinión, mal diseñadas. La europeseta, por el contrario, está construida sobre bases teóricas y prácticas muy sólidas. Tan sólidas que, de momento, no conozco ninguna crítica fundamentada.

Contrariamente a lo que a veces se ha dicho, la europeseta sería muy poco inflacionista, menos que el euro (especialmente si los factores de producción están subutilizados -por ejemplo, el factor trabajo- o la economía ronda la deflación) puesto que por definición moneda complementaria es aquella que permite una transacción sin la cual no se realizaría. Y, al no estar diseñada para servir de reserva de valor, no participará en el conocido mecanismo de creación monetaria que consiste en que los créditos crean los depósitos que a su vez crean los créditos: no habrá depósitos en europesetas que generen nuevos créditos.

La europeseta electrónica emitida por el Banco de España, supervisado por el BCE garante de la estabilidad de precios, moneda cerrada sin convertibilidad exterior, sin carácter substitutivo sino complementario con el euro, única moneda oficial, con su misma paridad 1:1 y de curso legal, aceptada por el Estado para el pago de impuestos, podría constituir un potente reactivador económico no inflacionista. En principio reservada a las empresas y a las rentas más bajas, además de integrarse parcialmente en salarios de nueva creación y en el incremento de pensiones, evitaría, de consuno, recortes en las remuneraciones a los funcionarios. La esencia del mantenimiento de la paridad real 1:1 reside en el poder liberatorio de la europeseta a condición que el Estado la avale en la práctica al aceptarla para sus pagos y cobros, al menos hasta un determinado porcentaje, y que no pretenda aprovecharse en el corto plazo de la ilusión monetaria emitiendo europesetas a tasas inflacionistas. Es decir, el Gobierno no debería aumentar en europesetas los sueldos de los funcionarios, por ejemplo, para acallar las reivindicaciones salariales que no pudiese satisfacer en euros. Las europesetas relajarían, por otra parte, las necesidades de financiación del Estado y empresas en euros estimulando al mismo tiempo, al ser una moneda cerrada, la preferencia por el consumo nacional. Si las europesetas -moneda escritural- fueran electrónicas se obtendrían varias ventajas adicionales reforzadas por el hecho que billetes y piezas de euro -moneda fiduciaria y oficial- fuesen las únicas en circulación. Por último, la masa monetaria de europesetas en circulación sería relativamente pequeña en comparación con la de euros.

Sin restricciones legales que lo impidiesen, las monedas complementarias serían perfectamente viables en todos los países europeos. En el caso español, el interés es triple. Desactivar el mecanismo que genera más deuda pública; equilibrar la balanza por cuenta corriente; compensar las balanzas fiscales poniendo fin a un contencioso que perjudica la convivencia nacional.

Génesis de la europeseta

No obstante, habida cuenta del buen comportamiento de la balanza por cuenta corriente española en 2013 -debido a la atonía del consumo- no insistí más en la propuesta esperando que el tiempo pusiera las cosas en su sitio. Y así es. Con el despegue del consumo, y sin que las exportaciones hayan disminuido, la balanza por cuenta corriente española vuelve a ser deficitaria a pesar del precio del petróleo inusualmente bajo.

En estas circunstancias, una de las propuestas económicas de Podemos, al menos en la versión del profesor Juan Torres, catedrático de la Universidad de Sevilla, acaba de reactualizar la necesidad de la europeseta. No me importa que me relacionen políticamente con Podemos, si bien no corresponde a la realidad, pero la génesis de la europeseta es muy anterior. En el proceso de su elaboración intelectual, los primeros que la entendieron de cabo a rabo fueron Mario Conde, Juan Güell y Miguel Lucas, muy fogueados en el ámbito empresarial y personas de inteligencia excepcional. Para ser sincero, Güell y Lucas vieron de inmediato ventajas prácticas que ni yo en el primer momento había contemplado. Con la colaboración decisiva de Miguel Lucas, convencí a Juan José Santamaría, presidente del Colegio de Economistas de nuestra provincia, que llevó a cabo notable labor de divulgación en Galicia.

Por entonces, fuera de Galicia, Alberto Montero, profesor de la Universidad de Málaga -a quien di muy merecidamente cum laude en su tesis doctoral- se sumó al proyecto. Pero el verdadero apóstol, el hombre que transitó los despeñaderos propugnando la buena nueva, el economista que arriesgó su prestigio entre la casta de los instalados en el pasado y en la ortodoxia, el principal valedor de la europeseta en la Junta de Andalucía fue Juan Torres.

Interés por la europeseta

Ocurre que existe en este momento una base social suficientemente amplia, no solamente en el entorno político-social de Podemos, que desea una moneda complementaria al euro como se observa en la proliferación de monedas locales (en algunos lugares hasta aceptan pagos con pesetas, benditas sean).

Al hilo de lo dicho, días atrás, Laura Martínez, redactora de Teinteresa.es y Lainformacion.com, se puso en contacto conmigo para que le enviara un artículo explicando los entresijos de la europeseta repentinamente popularizada por Juan Torres, autor, en binomio, del documento base que servirá, previa discusión y perfeccionamiento, para elaborar el programa económico de Podemos. Un par de horas después, John Muller, subdirector de El Mundo, llegó a mí, via Manuel Jabois, con la intención de tratar el mismo tema. Previamente, Muller, en su reputada columna “Ajuste de cuentas” había reseñado la conferencia de prensa de Juan Torres y Vicenç Navarro en un artículo bastante objetivo en la exposición fría de los hechos pero, en el fragor de la urgencia, ligeramente inexacto en cuanto a lo que pretende llegar a ser la europeseta (“Podemos y el riesgo de la decepción” 28/11/2014) En su artículo, Muller escribió: Hay otras ideas que manejan los autores, por ejemplo la de introducir una moneda paralela al euro -la europeseta- de curso legal sólo en España, que podría incrementar la actividad. Los ciudadanos recibirían una parte de su salario en europesetas y ese tramo podría crecer más que el tramo en euros. Ciertos comercios y locales podrían aceptar europesetas en determinados bienes y servicios. Y la banca, con un nivel de descuento. Y a continuación, refiriéndose al conjunto de medidas propuestas, Muller preguntaba, muy razonablemente: ¿Cómo se paga todo esto?

No puedo responder en lo que concierne a las medidas, a debatir, propuestas por Torres y Navarro pero respecto a la europeseta afirmo que su coste es prácticamente nulo pues, como los euros, se paga con el señoreaje del BCE que para el caso debería controlar su emisión si bien delegándola en el BdE. Por otra parte, y esto es crucial, no concebí la europeseta como estrictamente paralela al euro, que también, sino complementaria. Esa es su fuerza. Las monedas paralelas pueden ser substitutivas -es decir, entran en competición unas con otras con los consiguientes efectos de expulsión y dualidad de precios- o, con el diseño específico de la europeseta, complementaria: no compite con el euro sino lo complementa. Finalmente, no es que “ciertos comercios podrían aceptar la europeseta” sino que al ser de curso legal todos estarían obligados a aceptarla -¡incluso en Cataluña!- según el porcentaje en europesetas que se aplique a las distintas categorías de productos (tres categorías) cuyos precios estarían exclusivamente denominados en euros.

El artículo de John Muller suscitó cierto debate en la red que, era de esperar, amparado en el anonimato evidenció el desconocimiento, lugares comunes e ignorancia de quienes no estudiaron la europeseta rigurosamente. Fue excepción el profesor Juan López Zafra que se responsabilizó a cara descubierta de sus opiniones pero al ser partidario de la vuelta al patrón oro es normal que no adhiera a la filosofía económica de la europeseta.

Paradójicamente, nadie atacó el flanco débil de la europeseta, la cual está diseñada como moneda electrónica. Los costes de transacción electrónicos no son nulos, de hecho, son relativamente elevados cuando el precio del bien adquirido es bajo, verbigracia, la compra de un periódico. Por tanto, el soporte para pequeñas transacciones -y menos aun al no poder pagar el 100% del precio en europesetas- no pueden ser las tarjetas de crédito habituales sino otros tipos de monederos electrónicos incluidos en lo que hoy se llama monética. En el neologismo monética se engloba el estudio de las de tarjetas o monederos electrónicos que vehiculan la realización de transacciones. Si bien se mira, sabedores de que la dificultad nos hace más fuertes, la europeseta, si se implementara técnicamente bien, abriría interesantes perspectivas económicas para que España se posicionara entre los países punteros de la industria basada en la monética.

En cualquier caso, la europeseta -denlo por seguro- algún día circulará en la economía española al tiempo que otras monedas complementarias, cerradas, en los países europeos que necesiten adoptarlas. De no ser así, denlo alternativamente por seguro, la zona euro se desintegrará.

*Economista y matemático