Si el gimnasta Joaquín Blume fue la gran estrella que brilló con luz propia en la programación de la Peregrina de 1958, tal y como contamos aquí la semana pasada, una década más tarde la principal actuación estuvo a cargo de Los Bravos. Aquella semana grande Pontevedra se convirtió en la capital del pop en Galicia.

El conjunto más internacional de todos los tiempos en la historia de la música joven española se encontraba en el momento álgido de su exitosa trayectoria. De ahí que un concierto suyo costara más que ningún otro en España.

A pesar de ese hándicap la Comisión de Fiestas tiró la casa por la ventana y cuando echaron cuentas el déficit global rondaba el millón de pesetas. Lilo Paz Sánchez, a la sazón presidente de la comisión municipal de Cultura, Festejos y Turismo, se las vio y se las deseó para afrontar semejante herencia envenenada, que no tuvo nada que ver con la actuación de Los Bravos, puesto que se agotaron las localidades.

José Fernando Filgueira Valverde había cesado en la alcaldía de Pontevedra solo dos meses antes y había entregado el bastón de mando a Ricardo García Borregón. Este relevo tan cercano no afectó a la programación de las fiestas de la Peregrina de 1968. Su elaboración estuvo a cargo de una comisión mixta integrada por gente representativa de sociedades, clubes y estamentos de la capital, sin preponderancia del Ayuntamiento. Nada que ver, por tanto, con el funcionamiento actual.

La contratación del Carrousel Ye-Ye 68, que era la pomposa denominación del espectáculo encabezado por Los Bravos ascendió a la friolera de 275.000 pesetas. Una auténtica barbaridad si tenemos en cuenta que una semana después Los Brincos "solo" cobraron 80.000 pesetas por su concierto en Pontevedra y aún gozaban de una enorme popularidad pese a su destronamiento como mejor grupo español.

El motivo de un caché tan alto obedecía a que Los Bravos no actuaban solos, sino que estaban al frente de un potente espectáculo musical: Los Silver Stones, Los Dobles y Karina acompañada por Los Pekes, todos ellos presentados por el popular showman Jaime Mateos.

Escasamente un mes antes del inicio de las fiestas ocurrió un hecho relevante en esta pequeña historia: la inauguración oficial del Pabellón de los Deportes por parte del delegado nacional de Educación Física y Deportes, Juan Antonio Samaranch.

La primera impresión que causó el flamante recinto deportivo, un diseño del arquitecto pontevedrés Alejandro de la Sota que se adelantó a su tiempo, fue enormemente favorable. Quizá por ese motivo la Comisión de Fiestas decidió cambiar el lugar de referencia de las principales actuaciones y dejar atrás la plaza de toros.

Además de sus cualidades propiamente arquitectónicas el Pabellón mostró con Los Bravos una excelente sonoridad para eventos musicales. Esta característica técnica abrió las puertas a notables conciertos en los años siguientes que convirtieron a Pontevedra en un referente gallego: desde el grupo inglés Camel a nivel internacional, hasta Miguel Ríos y su concierto de rock y amor, en el ámbito nacional.

No hace falta decir que el primer abarrote de la historia del Pabellón no llegó con un evento deportivo, sino que se produjo con Los Bravos. Si bien sus gradas tenían una capacidad para 4.500 personas sentadas, contando con las sillas ubicadas en la pista central se reunieron aquella noche 7.000 fans y ye-yés que no dejaron de gritar y bailar mientras coreaban sus canciones más conocidas.

Previamente una jovencísima Karina, pero ya figura muy popular, se había encargado de caldear el ambiente con un repertorio archiconocido: "Me lo dijo Pérez", "Muñeca de cera", "El libro de magia", "Concierto para enamorados" y "Romeo y Julieta". Aquel verano "Las flechas del amor" se convirtió en su gran éxito.

En cuanto Los Bravos salieron al escenario se desató la locura y casi nadie pudo continuar sentado como si tal cosa. Su mítico "Black is black" puso en pie a todo el Pabellón. Las chicas más atrevidas, bailando ante el escenario muy cerca de sus ídolos, a punto estuvieron de causar un problema de orden público. Lo nunca visto en esta ciudad tan remilgosa entonces.

Los Bravos venían de rodar su primera película Los chicos con las chicas que aquí se estrenó en el cine Coliseum y estaban ya sumidos en su siguiente film Dame un poco de amor. Las canciones de estas dos películas entremezcladas con sus grandes éxitos, desde "La moto" y "La parada del autobús" hasta "Bring a little lovin" o "Trapped", pusieron al rojo vivo aquel ambiente festivo.

Cuando terminó este primer concierto, que abrió boca a una programación musical de largo recorrido, algunas jovencitas pontevedresas que hoy son mamás e incluso abuelas se agolparon en la puerta de salida del Pabellón de los Deportes para lograr un autógrafo de sus ídolos, en especial de Mike Kennedy naturalmente. ¡Si las vieran hoy sus hijos o nietos!

Al año siguiente Los Bravos dejaron de ser Los Bravos, aunque continuaron actuando mucho tiempo. El suicidio del organista Manolo Fernández, días después del fallecimiento de su mujer en un accidente de coche, golpeó con fuerza a la legión de fans y ye-yés del grupo.

La verdadera conmoción en torno a Los Bravos, no obstante, se produjo con la marcha de su popular cantante que a partir de 1969 se convirtió en Mike Kennedy. Su gratísimo recuerdo originó su contratación en las fiestas de la Peregrina de aquel verano, junto a Los Pasos, otro estupendo conjunto. Sus dos actuaciones también resultaron magníficas.