Confieso que no entiendo muy bien la polémica surgida sobre la convivencia de los taxis con otras opciones de movilidad canalizadas a través de aplicaciones informáticas. El criterio parece sencillo: la existencia o no de ánimo de lucro; que es lo que determina la existencia o no de una actividad económica, con todo lo que ello conlleva.

Dos personas pueden compartir coche habitualmente para ir a trabajar: conduciendo una semana cada uno o sufragando a medias la gasolina y los peajes. Un amigo puede ir a recogerte al aeropuerto o llevarte a un partido de fútbol. Cuatro desconocidos pueden ponerse de acuerdo para ir de Vigo a Valladolid en el coche de uno de ellos, compartiendo los gatos del trayecto. Todo lo anterior solo exige tener carnet y confianza en la pericia del conductor de turno o en el mantenimiento del vehículo. Las aplicaciones de internet solo te permiten extender tu red de conocidos y contactos. Poco que objetar.

La cosa cambia radicalmente cuando la gente conduce con ánimo de lucro. Cuando se busca ganar dinero. Cuando se hace de taxista en negro. Ahí hay que ser inflexibles. Las reglas son las reglas. Tendrás que darte de alta en el registro de actividades económicas, pagar los impuestos que tocan, contar con las licencias y los permisos que legalmente se exige a un conductor profesional? permitir otra cosa es abrir la puerta a pautas y costumbres de países en desarrollo, de precariedad laboral y de otro tipo.

A partir de lo anterior, es verdad que podemos y debemos avanzar en la profesionalidad y calidad de los servicios de taxi. Hoy existe demasiada heterogeneidad en los vehículos, en su estado de limpieza, en el comportamiento de los conductores. Lo único homogéneo es la tarifa. Municipios y colectivos de taxistas deberían ser más exigentes en el control de la calidad del servicio.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP