El tranvía de vapor Pontevedra-Marín tuvo quien le escribiera y mucho, por cierto, en aquel tiempo. Le ocurrió al revés que al coronel del relato de García Márquez.

Desde el cronista Julio Camba hasta el poeta Fernando De Lapi, pasando por el mismísimo Alfonso Castelao, no pocos ingenios se rindieron a sus encantos, aunque no siempre bien ponderados. Camba, por ejemplo, se lo tomó en serio frente a su chufla habitual. Quizá lo pasó mal en algún viaje y por eso lo calificó de "abominable tranvía" en su célebre recorrido literario por Playas, ciudades y montañas, donde anunció con mucho retintín aquello de que "Pontevedra no progresa, pero se dispone a progresar".

Valentín Paz Andrade tuvo tiempo de hilvanar en 1920 una divertida crónica, "mientras la locomotora tomaba agua en la parada de Lourizán". Allí apuntó el negocio editorial que supondría la simple recolección de artículos, crónicas, versos y cantares sobre su cansino discurrir, sin despreciar en absoluto chistes y dibujos.

También propuso el joven periodista que no faltaran en ese libro recopilatorio de 300 páginas las gacetillas publicadas sobre sus averías, descarrilamientos y suspensiones, que tampoco fueron pocas.

"Un espíritu dotado --decía Paz Andrade -- de clara visión industrial, después de acometida la empresa, no la dejaría reducida a la edición de un solo volumen. Los largos años que, sin duda, aún le quedan de duración al tranvía, permitirían dar al negocio sucesivas ediciones".

A pesar de que la competencia fue enorme entre sus cantores, parece unánimemente aceptado que la mejor crónica inspirada por este tren a vapor salió de la pluma de Wenceslao Fernández Flórez, quien afirmaba que "en su larga existencia este tranvía ha logrado crearse una mentalidad superior a la de muchos animales útiles al hombre y que con el hombre conviven".

"El tranvía Pontevedra-Marín no es ningún negocio --contaba el gran humorista gallego--. Cuando algún viajero abre su portamonedas para pagar el billete, sus compañeros de viaje se tocan unos a otros con los codos y se dicen: Es un forastero".

Luego motivaba su comentario de forma todavía más desternillante: "Todo Pontevedra y todo Marín viajan gratis. El verdadero negocio de la empresa consiste en el aprovechamiento del hierro. El tranvía Pontevedra-Marín más que otra cosa es una mina de hierro elaborado. Cada veinte metros suelta un tornillo, una tuerca, un garfio, una plancha...".

Aquel convoy destartalado acumulaba así minutos y minutos de retraso en su cansino discurrir. De ahí vino su anécdota más célebre, atribuida a don José Echegaray, quien camino de su casa en Estribela rechazó cortésmente la invitación a subir de Aparicio, el maquinista más popular.

"No, gracias Aparicio. Hoy tengo prisa".