¿Se lleva mal con su mujer? ¿Ya no le atrae? ¿Se aburre más que una ostra con su marido? No pasa nada, no hay peligro. Ahora bien, como uno sea más religioso que el otro, tengan diferencias políticas o, sobre todo, haya por en medio unos suegros entrometidos, es posible que uno de los dos, o ambos si son ligeritos, acaben liados en una infidelidad. Sí, a mí también me ha sorprendido, pero esto es lo que se extrae de un estudio realizado por el portal de citas extramatrimoniales Victoria Milan en base a una encuesta efectuada entre sus clientes que, obviamente, son los que más saben de estas cosas. No sé si es porque todos somos algo hipocritillas o porque queremos limpiarnos la conciencia, pero, según este portal de ingratos infieles, el 83% de los que se buscan un apaño por ahí lo achacan a factores externos. Es aquello de "no es culpa mía, no pude hacer otra cosa", pero en moderno y con porcentajes. Entre estos factores externos que deterioran la pareja y arrastran al infiel a los brazos de un amante se encuentra en el ranking tener unos suegros plastas. A mí esta fama contra los suegros y, sobre todo contra las suegras, me toca las narices dado que será un rol que supongo asumiré tarde o temprano y no me apetece ser la culpable de las diez plagas de Egipto, aunque es un consuelo saber que, si hay problemas en la vida amorosa de mis retoños, no será sólo por mi culpa.

En el top 10 de los motivos que lleva a la infidelidad, detrás de los familiares entrometidos, figura el distanciamiento por el trabajo. Ahí sí estoy de acuerdo. Creo que echar la culpa de todo al trabajo o a la falta de él puede funcionar como eximente de un affaire. "Cariño, es que estaba estresado", y arreglado. Otras de las escusas habituales para justifica los escarceos son internet, como si uno no pudiera apagar el botón del ordenador; las malas compañías que te abocan a la perdición; las desavenencias religiosas o políticas, que no sé muy bien qué tienen que ver; la aparición de "lagartas y lagartos de la noche" o las tentaciones originadas por el jardinero cachas o la niñera sexy, justificación esta última que me hace pensar que los encuestados le dan demasiado a las pelis porno porque, sin desmerecer a nadie, ninguno de los conserjes, jardineros y repartidores del butano con los que me he encontrado se parecían a esos morenos con pectorales como piedras que salen en la tele. En mi caso, y ahora que mi pareja no me oye, el peligro no estaría en mi suegra, que por cierto es un encanto, ni en el trabajo ni en la política ni, desde luego, en el que viene cada año a arreglar el aire acondicionado. El verdadero peligro sería tener delante a George Clooney haciéndome ojitos, y eso no sale en el estudio.