Se admiraba Lustres Rivas (*) del impulso cultural de Vigo, logrado en muy corto plazo y lo atribuía a la fortaleza endógena de la ciudad, que durante siglos había vivido alejada de las bellas artes.

Desde los años veinte, no ha cejado en su fortalecimiento cultural, y ahora alberga tantos museos como pocas urbes de sus características.

Sin embargo, la estructura museística no es para sentirse satisfechos. El concepto que encierra la palabra "excelencia", que manejan universidades, escuelas de negocios y los ejecutivos a tiempo y destiempo, está lejos de alcanzarse.

Los más críticos aseveran incluso que la ordenación museística de la ciudad es pésima. Ni cubre las expectativas estéticas ni en términos de rentabilidad. Por lo que se desperdician las posibilidades que ofrece para el consumo interno y el turismo.

Vigo carece del patrimonio de las ciudades monumentales. Emilia Pardo Bazán, antes de convertirse al viguismo, escribía que era un lugar de paso hacia Portugal, lo que siguen sugiriendo algunas guías de viajes. Pero ofrece posibilidades interesantes, que complementan el atractivo de su paisaje. Y, en los últimos años se ha dotado de una red cultural, que bien conjuntada aportaría un plus de aprecio.

El único museo, de los existentes, pensado y diseñado en las condiciones adecuadas a su estructura y contenido, es el de Castrelos. En su montaje intervinieron celebridades como Sánchez Cantón, director del Prado, y Antonio Palacios, el gran arquitecto.

Montaron un museo con escasas pertenencias, a base de pinturas menores, cedidas por el Prado y el legado de García Barbón, que mejoraría con la incorporación de las famosas estelas que descubrió Alvarez Blázquez, en los años cincuenta, en la calle Pontevedra, y otras piezas arqueológicas.

De un modesto y digno museo, ubicado en un entorno admirable, se pasó a la multiplicidad.

De repente, en el espacio de un par de décadas, se desató la fiebre museística. Primero surgió el Marco, después el Verbum, más tarde, el Museo del Mar, la Casa das Artes, la Pinacoteca Fernández del Riego. Y otros espacios menores: de la sal, fotografía...

Bienvenidos sean todos los museos, pero el problema surge cuando no es la función la que crea el órgano, sino al revés. He aquí lo que ocurrió.

Tras la buena iniciativa de recuperar el edificio decimonónico de la antigua cárcel de Vigo, de la calle del Príncipe, al no encontrar otro destino mejor, obedeciendo al capricho del gobierno de turno, se crea un museo.

Y como hay un dinero excedente de la UE para invertir, se construye otro, sin saber muy bien para qué. Por las características arquitectónicas, hubiese sido apropiado para arte contemporáneo, pero como éste se había instalado en el edificio decimonónico -el mejor sitio para Museo de la Ciudad de Vigo-, se encargó a una consultoría catalana que idease el contenido del edificio de Portela.

Sin gastar mucho fósforo en la encomienda, puesto que los despachos de ingeniería tienen previstas soluciones, tanto para un roto como para un descosido, optó por dedicarlo "a las palabras". Y nació el Verbum.

Parecería un acierto, si se tiene en cuenta a los poetas de la Ría y que la ciudad alberga al decano de la prensa española y una gran tradición periodística. Lo triste es que ni uno ni otro contenido tienen adecuado reflejo en el Verbum.

El Museo del Mar ha sido un desastre desde el comienzo hasta ahora, cuando de toda la red museística gallega es es el más justificado por estar en una región tan litoral, y por la consustanciación de Vigo con el mar.

De las nuevas creaciones, es sin duda la pequeña pinacoteca Fernández del Riego la que nació con el destino apropiado: recuperar un edificio noble del Casco Vello y dotarlo de la pintura adecuada. Encaja a la perfección cualquier buena muestra de la plástica gallega figurativa. ¡Lástima la desaparición de la colección de Maside!

Es evidente que ante este panorama museístico, manifiestamente mejorable, se impone una redefinición y la remuseización. Parece que es lo que pretende el Ayuntamiento.

Pero sería bueno que la gente tuviera voz, cuando los asesores y expertos decidan las líneas maestras del cambio museístico. Por ejemplo, mediante una encuesta pública a través de los periódicos. En otros sitios es práctica común, cuando se toman decisiones sobre asuntos que afectan a la colectividad.

(*) Manuel Lustres Rivas fue uno de los grandes del periodismo que ejercieron en Vigo, en los años veinte y treinta. Poseía una gran sensibilidad artística. Escribió en este periódico una magnífica Guía de viajes por las Rías Baixas, ilustrada con fotos de Pacheco, que algún editor debiera recuperar. Dechado de tolerancia, fue sin embargo el único periodista asesinado en Vigo al comienzo de la Guerra Civil.