Opinión

JORGE VALLADARES VAQUERO

El problema no está en las redes sociales

El 40% de la población mundial participa en las rede sociales. La mayoría de las veces sin problemas. Es cierto que lo que más repercusión tiene son las malas noticias, como la de Amanda Michelle Todd, que terminó trágicamente dejando su testimonio sobre el cíberacoso en You Tube.

Todo lo bueno y malo de la vida está presente en las redes y en internet. Eros y Tánatos, muerte y sexualidad: continúan en lo virtual. El problema no son las redes, la tecnología, "lo malo" está en lo que podríamos denominar la "naturaleza" humana, si esta existiera.

Peligros sí. No más que en otras épocas. Ahora con un medio distinto con sus características de inmediatez, de gran difusión y de apariencia cercana. En el caso de las redes sociales valorización de la imagen, darse a ver, en detrimento de la palabra.

¿Qué hacer con los peligros? ¿Qué hacer con esos síntomas sociales? Eso, que indica que algo va mal. Corresponde al medio social su posible solución o disminución. Los padres o adultos de referencia al salir a la ciudad virtual deben acompañar a los más pequeños. Con los de más edad procurar las limitaciones horarias. En determinadas zonas, de la ciudad no se entra; por ser zonas peligrosas, ni siquiera acompañados. A los adolescentes intentar convencerlos una y otra vez de lo que uno cree que es aconsejable.

¿En concreto qué hacer con el sexting? Para empezar, lo que hizo Andy Pippen en su investigación para el NSPCC en el Reino Unido: Una exploración de prácticas actitudes e influencias del sexting. Muchos psicólogos participarían encantados en la investigación. Pero como no responde al "mantra" del I+D+I probablemente no se hará.

Entre otras cosas, en este estudio, se desprende que es una práctica muy extendida y conocida incluso a edades tempranas. No podía ser de otra manera los chavales hablan entre ellos y la gran difusión de la red hace el resto.

La situación podría ser. Un adolescente pide a una chica que le mande por la red social una foto desnuda, y le pregunta, si quiere tener sexo oral con él. Ella puede o no acceder. ¿Son novios? No necesariamente, pero así, pueden empezar una relación. Otro chico puede simplemente fotografiar su desnudo o sus genitales y mandárselo a alguien, a una amiga, a una desconocida. La estética del desnudo y la belleza no están ausentes.

Una adolescente dice: "antes, nuestros padres, pedían un beso a la chica, ahora se pide sexo directamente". ¿Banalidad de lo sexual? Parece ser algo integrado en las redes, considerado normal, por los jóvenes.

¿Qué más hacer con estos síntomas sociales? En el colegio, darles la palabra a los más jóvenes y adolescentes para hablar de esto que les interesa y les importa. Grupos y dinámica de grupos, para hablar sobre el tema. La sexualidad, las relaciones humanas, siempre complicadas, ahora plasmadas en nuevas formas. Se trataría de pasar de un "no lo pensé" a un "darse cuenta" de las repercusiones éticas y legales.

Y si la complicación en la red se convierte en síntoma clínico, expresado por un "no lo puedo evitar" se hace necesario consultar con un profesional de la Salud Mental. Aquí la educación encuentra su límite: no todo es educable, tal como lo muestra la neurosis, perversión, psicosis o autismo. Y aquí se trata de otro "darse cuenta" desconocido para el sujeto. Sin embargo, tal como ha puesto de manifiesto el "Movemento Galego Da Saúde Mental", estas consultas, por los recortes, resultarán cada vez más difíciles.

El impulso, la no reflexión, el no pensar, el pasar de una cosa a otra: el teléfono a mano para hacer la foto del desnudo y mandarla. Hacerse cortes en el brazo y mandar la foto a la red. ¿Tendrá relación, esta falta de pensar, de decir, con pasar al acto de la agresión sobre el otro o sobre uno mismo? ¿Será parte del precio del cierre de la subjetividad? Esa es la cuestión: no poder decir casi nada sobre ello, hacer sin pensar, sin responsabilizarse del acto, sin medir las consecuencias. Actos sin palabras que pudieran dar cuenta de este hecho. Palabras que podrían ser del orden de la seducción, de ser deseada, querida, de ser guapa para el otro, de hacerse famoso. Y palabras sobre las consecuencias y riesgos de su acto: una vez en la red ya no hay control sobre la imagen.

Parece que el afecto de vergüenza, plasmado por ejemplo en ponerse rojo, hubiera desaparecido; el desnudo del cuerpo y el desnudo psicológico de lo íntimo, ante las cámaras, surge como un hecho normal.

Época en que las figuras de autoridad han caído y los límites se hacen difusos. Los más jóvenes se pueden preguntar: ¿Hasta dónde se puede llegar? Tratando de explorar los límites. ¿Sucede algo? Quizás de lo que se trata es del límite subjetivo que uno puede imponerse, por ejemplo: evitar el sufrimiento innecesario al otro. ¿Y si no se lo impone? Entonces intervienen las leyes de la ciudad. Que también puede crear barreras simbólicas interiorizadas del límite.

Psicólogo clínico

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