El triunfo de los fracasos

Julia: "A veces me ronda la tentación de confesar cosas que prometí no contar. Es una tentación pasajera, no todo lo insistente que necesitaría ser para conseguir desactivar mi capacidad para guardar secretos y no permitir que nadie, ni siquiera aquellas personas que me aprecian sinceramente, se aproxime lo más mínimo a territorios de mi vida que sólo me pertenecen a mí".

"Bueno, a mí y a quienes los habitaron durante un tiempo desde la clandestinidad. Porque siempre ha sido así, siempre he hecho lo mismo: volcarme en relaciones ocultas a los ojos del mundo que nacieron con fecha de caducidad impresa en la piel, sin que los sucesivos descalabros me ayudaran a rectificar. Al contrario, sospecho que después de cada tropiezo me reafirmaba en la peligrosa teoría de que hay personas que solo pueden amar cuando no tienen posibilidad alguna de salir indemnes del empeño. Y cuando alguien está dispuesto a dejarlo todo por mí, soy yo quien les para los pies".

"Nadie te querrá nunca como yo, me dijo muy solemne y pomposo Adrián, dispuesto a acabar con su matrimonio si yo se lo pedía. No solo no se lo pedí sino que le dije que estar con la chica más triste de la ciudad no era conveniente ni para su estabilidad emocional ni laboral. Lo de la tristeza era mentira, detesto los lloriqueos, pero a él le gustaba esa imagen que se había formado y yo siempre he sido generosa en cuanto a moldearme según los gustos ajenos".

"No me gusta que escribas sobre mí, le espeté a Héctor, harta de sus trágicos poemas de amor compungido, y le rompí el último en la cara. Cómo le dolió. Estoy aquí, no puedes cambiar de emisora, me soltó Sergio cuando decidí que la mejor manera de alejarlo era dejar de discutir. Pelear nos unía, callar nos alejaba. Podría seguir recordando finales pero me aburre hacer recuento de triunfales fracasos. Además, prometí no contar nada, pero se me da tan mal hacer promesas..."