Opinión

INOCENCIO F. ARIAS

Sigue el peligroso galimatías de Ucrania

Dentro de la complejidad de la crisis de Ucrania, de la complicada ecuación de una parte de la población del Este del país que se siente rusa y un Gobierno central que quiere afirmar su autoridad en todo el país, surge una pregunta obvia: ¿qué gobierno de derechas o izquierdas, democrático o autocrático, europeo, asiático o americano, puede permitir que unos rebeldes, por fundamentadas que sean las razones de su descontento, irrumpan en edificios oficiales, alcaldías, comisarías de policía, etc?, se apoderen de ellas por la fuerza, echen a sus ocupantes y se atrincheren proclamando que no acatan las órdenes de la capital? Ciertamente ninguno y el de Rusia, uno de los que menos. No es concebible que si unos comités locales armados se apoderasen de la alcaldía de San Petersburgo alegando que sus derechos culturales corrían peligro el Gobierno de Putin no los desalojase por la fuerza en horas veinticuatro.

Aquí aparece, en ese juego de medias verdades e hipocresía de todas las partes envueltas en el conflicto, -las autoridades de Kiev, Rusia y Occidente-, el cinismo de Putin. Aún admitiendo que los rebeldes hayan actuado de forma totalmente espontánea, sin el menor apoyo ni aliento del Kremlim, lo que es mucho admitir, la actitud del zar ruso les ha dado enormes alas. La absorción de Crimea por Rusia hace semanas fue un alentador precedente para los sublevados y, sobre todo, Putin ha manifestado solemnemente que Rusia intervendrá en cualquier sitio del mundo(es decir, Ucrania) en que los rusos se vean amenazados. Miel para los oídos de los insurrectos. Luego, los portavoces del Kremlim, cuando los dirigentes de Ucrania intervienen, con bastante parsimonia porque temen la reacción rusa, para sofocar la rebelión, pregonan rápidamente que se está cometiendo un genocidio. Los medios de información rusos, televisión, etc?, serviles al Kremlim, propagan esa tesis.

El Gobierno francés, aunque no quiere romper la baraja porque tiene jugosos contratos con Rusia, ha subrayado otra contradicción: Putin ha dicho que celebrar elecciones en Ucrania a fin de mes, algo que los occidentales ven como un paso beneficioso para estabilizar el país y elaborar una constitución, es un auténtico disparate mientras haya brotes de violencia en el este de Ucrania. Sin embargo, el presidente ruso apoya unas elecciones en Siria en la que hay no meros brotes de violencia sino una guerra pura y dura que ya ha causado unos 150.000 muertos.

No está claro si los rebeldes prorrusos que se han levantado en media docena de ciudades ucranianas quieren proclamar una república independiente o ser absorbidos por Rusia, tampoco si son teledirigidos y armados por el Kremlim o simplemente vistos con simpatía y ayudados por una imparable maquinaria mediática. El hecho es que se han sublevado, cometido importantes desmanes jurídicos, como el de encarcelar a los observadores internacionales de la neutral OSCE, y el Kremlim se ha cruzado de brazos. Aunque calentados con el ejemplo de Odesa, un toque de atención de Putin les habría hecho entrar en razón y deponer su actitud.

La debilidad de Ucrania es algo deseado por Rusia. Putin y muchos de sus compatriotas, rescoldo palpable de la guerra fría, no aceptan en su fuero interno que Ucrania sea genuinamente independiente en política internacional, cualquier iniciativa importante ha de obtener el beneplácito de Moscú. Nos encontramos ante una resurrección de la doctrina de la soberanía limitada del soviético Breznef.

Mientras tanto, Europa, atenazada por las relaciones económicas con Rusia, continúa desplegando sus divisiones. La última la de un nuevo gasoducto que uniría a Rusia, a través de Bulgaria, con la Europa occidental. La Comisión Europea lo ve como algo que entra en el anatema porque haría aumentar la dependencia energética con el gigante ruso lo que no resulta deseable como resulta patente en la crisis de Ucrania. A pesar del dicterio condenatorio de Bruselas diversos países de la Unión Europea entran en negociaciones con Moscú para la construcción de dicho gasoducto. La Unión no es tal Unión cuando peligran las exportaciones, los contratos y el gas.

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