Opinión | De vuelta y media

POR RAFAEL L. TORRE

Un Ford por 875 pesetas

Seguramente ninguno de los participantes más veteranos en la feria del automóvil que hoy mismo se clausura en Vigo tenga conocimiento alguno del origen en Galicia y también en España de estos eventos hace casi noventa años. A Pontecesures corresponde en la historia tan singular honor por su experiencia pionera.

A orillas del Ulla una gran explanada, bien apisonada y convenientemente regada, acogió en el lejano verano de 1925 la primera feria del automóvil de ocasión que tuvo lugar en este país y que obtuvo un resonante éxito.

El domingo 28 de junio fue el día señalado para tal evento, aunque el recinto se abrió la tarde anterior. Ante el interés observado desde el primer momento el comité organizador no tuvo más remedio que prolongar su celebración hasta el lunes 29.

El pueblo cesureño se vio literalmente invadido por un gentío entusiasta que llegó por ferrocarril y por carretera desde toda Galicia, especialmente de A Coruña, Santiago y Vigo. Las previsiones más optimistas se vieron desbordadas enseguida y los exhibidores aprovecharon al máximo sus expectativas de ventas.

Los organizadores de un evento tan atrevido en aquel tiempo contaron más tarde que la chispa surgió un día cuando en medio de una feria de caballos vieron expuesto un automóvil. En una deducción bastante ilógica y arriesgada pensaron que si había ferias de caballos también podían montarse ferias de vehículos de ocasión. Como en España no tenían noticia de un evento así, Eugenio Escudero y Salvador Sierra se fueron hasta Leipzig para ver su muestra de coches y valorar su trasposición.

La ciudad alemana aportó la inspiración que buscaban, y contra viento y marea un comité organizador presidido por Juan Novo Sierra, e integrado por una docena de amigos bien avenidos, puso manos a la obra.

La primera feria del automóvil de ocasión de Pontecesures ofertó un total de 598 coches de segunda mano en buen estado, cuyo valor de mercado se estimó en cinco millones de pesetas, que eran una verdadera fortuna. Durante las tres jornadas, pero especialmente el domingo 28, por el recinto ferial pasaron unas 10.000 personas, cifra mareante teniendo en cuenta la estrechez del sector del transporte en aquel tiempo.

En realidad aquel mercado automovilístico se convirtió en una auténtica feria de muestras, dado que allí concurrieron empresas y comerciantes de todas partes con los productos más diversos, no solo relacionados con el mundo del motor.

Una Guía de la Feria, con portada diseñada por el gran dibujante Maside, sirvió de ayuda a los asistentes para no perderse en la búsqueda de los estands. Otra idea atractiva resultó la creación de un álbum de la feria que se instaló en la oficina central del recinto, para que todos los asistentes dejaran su huella personal en el histórico evento. Para facilitar su identificación, los integrantes de la organización llevaron una inscripción alusiva en la solapa de sus chaquetas sobre los colores de la bandera gallega. Todos los detalles se cuidaron con enorme mimo.

Ninguna autoridad importante dejó de asistir a aquella cita tan novedosa. El gobernador civil, José Mª Rodríguez, y el presidente de la Diputación, Daniel de la Sota, llegaron juntos en el mismo tren desde Pontevedra, mientras que el general Alfredo Coronel, gobernador militar de esta provincia, hizo lo propio en coche desde Vigo.

Tras una larga y detenida visita por toda la feria, las autoridades civiles y militares fueron obsequiadas por la comisión organizadora con un banquete servido en el mismo recinto. A los postres, Víctor García Lozano, el médico de Pontecesures, leyó un escrito cargado de intención que había preparado el presidente del comité. Además de agradecer la presencia y el apoyo de unos y otros, aprovechó la ocasión para reivindicar el urgente dragado del río Ulla, a fin reforzar su vocación portuaria que era un gran anhelo vecinal.

Los actos más destacados estuvieron amenizados por la Banda de Música del Regimiento de Zaragoza, con base en Santiago. Por no faltar no faltó ni la nota de humor a cargo de un avispado vendedor, quien sobre un coche en magnífico estado colocó un cartel bien visible que rezaba así: "Vendido por 100 pesetas". ¡Quien lo pillara!

Algunos de los fotógrafos de prensa más destacados como Ksado, Pacheco o Chicharro, tampoco quisieron perderse el histórico evento, que tuvo su prolongación al año siguiente, y dejaron constancia de aquella primera feria del automóvil de ocasión de Pontecesures en una magnífica colección fotográfica.

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