El motor del fútbol es hoy de petróleo. La camiseta del Atlético pone Azerbaiyán, y la del Madrid, Emirates (como la del Arsenal, y el Milán). La del Barça, Qatar Foundation. Un día le preguntaron a Gregorio Peces-Barba por qué no se presentaba a presidente del Real Madrid, y él, que era madridista a muerte y hubiera gozado tanto en esa presidencia como en la de las Cortes, dijo, escandalizado, que eso era imposible porque no era contratista de obras. Pero esto ocurrió en plena burbuja inmobiliaria. Las camisetas son un anuncio viviente de lo que le pasa a Europa, enganchada al petróleo, que paga a precios astronómicos, y con la amenaza del camello de no darle la dosis. Si Europa tuviera fuelle para plantearse grandes metas, cifraría su objetivo nacional-europeo en la reconversión energética. Su fuente de energía, que es la inventiva y la tecnología, debería ayudar a su independencia.