Hay gente que solo es feliz cuando duerme. Durante mucho tiempo ha sido mi caso. No me refiero a los tiempos actuales, aunque también, sino a la remota infancia. Digo "remota" porque entre ella y yo hay la misma distancia que entre el control de un dron y el dron mismo cuando sobrevuela una población civil sobre la que va a soltar una bomba. El control remoto de mi vida se quedó allí, en mis seis o siete años, y desde allí continúa emitiendo señales. Desde allí me guía. Desde allí toma decisiones por mí. Desde aquel control remoto escribo estas líneas. Si cierro los ojos, puedo ver a aquel crío de pantalones cortos observando cómo pasan los aviones, imaginando que viaja en uno de ellos. Y mientras el crío imagina, las células de su cuerpo crecen, se le estiran las piernas, los brazos. Ahora soy el hombre que va dentro del avión. Acabo de abrocharme el cinturón de seguridad y tomo el periódico. Gestos rutinarios, movimientos sencillos y precisos, quizá algo robóticos, que dirige aquel chaval al que jamás volveré. Estoy a años luz de él, aunque él continúe a los mandos.

El crío convivía con el malestar. Su estado normal ese ese, el de la desazón, el tedio, el miedo? Ahora está en clase de matemáticas. No entiende nada de lo que oye y no tiene la esperanza de entenderlo jamás. Solo está bien cuando sueña despierto o cuando duerme. En ocasiones, ha llegado a imaginar que el sueño era la realidad y la realidad el sueño. Yo soy, parcialmente, el resultado de aquella confusión. De hecho, ya he comenzado a tomar pastillas para dormir. Solo estoy bien si estoy dormido.

Tropiezo, en el periódico, con la fotografía de un crío que vuela una cometa. Está en una playa, con la marea muy baja. La cometa ha alcanzado ya la altura desde la que resulta casi imposible que se caiga. A decenas de metros, el crío la maneja con pericia. Juega con ella. En realidad, la cometa es él. La cometa es su sueño. Al volarla, está planificando su vida. "Yo siempre estaré aquí, controlando las cosas desde abajo", parece decirle. Yo soy la cometa de mi infancia. Me dirigen a control remoto. El ruido de los motores del avión me acuna y me ataca el sueño.